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EL MUTUS LIBER LATOMORUM


Esta entrada del blog va a ser algo distinta a las demás, ya que, más que explicar alguna cuestión histórica, va a plantear un tema que dista de estar esclarecido y que necesariamente ofrecerá más preguntas que respuestas. Se trata del Mutus Liber Latomorum, o Libro Mudo de la Masonería.


El Mutus Liber Latomorum, o Libro Mudo de la Masonería es un libro creado en Francia en 1765, compuesto por 32 láminas de simbolismo alquímico y masónico. Algunas de las láminas se interpretan fácilmente. Otras son más difíciles, no solo por su concepto sino porque manejan un lenguaje y una realidad que hoy en día nos es ajeno. Esta entrada, más que presentar mi interpretación de las láminas, quisiera promover una especie de brainstorming acerca de su posible significado. Si queréis aportar ideas sentíos con total libertad, podéis hacerlo en la parte de "comentarios". Los que resulten más ilustrativos los podemos incorporar al texto principal de la entrada.




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3. Chevalier Prucian. ¿Quizá T. signifique tenue (tenida)? Los Caballeros Prusianos "se reúnen en un lugar retirado, en el plenilunio de cada mes, para celebrar la tenida, no pudiendo recibir prosélitos más que en el claro de luna. (…) La sala debe estar iluminada al menos por una gran ventana, dispuesta de manera que deje entrar la débil luz de la luna. Está prohibido, siguiendo los Estatutos de la orden, recibir los rayos del sol, ni de ninguna luz artificial".



4. Bijoux, Joya.




5. Francmasón. Pero ¿y el perro? ¿y el Compás? ¿Y la S no aparecería como Ç? Si nos guiamos por los colores, parece que llevaría los colores del Grado de Compañero y de Maestro al mismo tiempo (recordemos que originalmente solo se trabajaban dos grados, Aprendiz y Compañero o Maestro, y que solo a partir de 1728 se empezó a trabajar, pero no siempre, con los tres grados).



6. Jakin. Grado de Compañero. También pudiera ser, por el color amarillo, el grado de Aprendiz Entrado, al que correspondía originalmente la palabra Jakin (las palabras de Primer y Segundo Grado fueron cambiadas por la Gran Logia Unida de Inglaterra a partir de la divulgación Masonry Dissected en 1730). En Masonería Antigua todos las ceremonias de todos los grados tiene lugar con los ojos vendados.




7. Tableau de Gran Maître? ¿Tablero de Gran Maestro?



8. Bijoux de Saint Jean. Joyas de (una logia de) San Juan.




9 Bijoux de la loge Écossaise. Joyas de la logia escocesa. El puñal puede ser la joya del Escocismo en general, la calavera con los huesos la joya de Gran Maestro, el Compás con el sector es la joya de Pasado Maestro y los triángulos representan a los Escoceses Trinitarios, como en la lámina 31.



10... Du Grand Maitre, ...del Gran Maestro.




11. Bijoux Écossaise. Joya Escocesa.




12. Respectable Compagnon Écossais. Respetable Compañero Escocés. Esta lámina representa a los Maestros Escoceses, quienes trabajaban la leyenda del Segundo Templo. Portan la paleta y el escudo porque trabajaban "sosteniendo el escudo con una mano y la paleta con la otra". En Masonería Antigua todos las ceremonias de todos los grados tiene lugar con los ojos vendados.




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14. Tour de Babel. La Torre de Babel. Un clásico de la Masonería Antigua. En los manuscritos de Antiguos Deberes la Torre de Babel se ponía para representar a los grandes templos, así como el fracaso de los hombres por su soberbia. Sin embargo, nunca aparece en los manuscritos calvinistas de la Palabra de Masón, dado que los calvinistas rechazaban los templos grandiosos.




15. Chevalier de...




16. Chevalier de...




17. Chandelier de 7 bras, candelabro de 7 brazos. Pero, y la Â? Los tres ángeles con los tres colores seguramente representen los tres grados simbólicos.





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20. El cáliz representa la Iniciación, y el rey de azul es Salomón (quizá, por extensión, todos los Iniciados). Force, Sagesse, Beauté. Fuerza, Sabiduría, Belleza.




21. L'Arche de Noé, el Arca de Noé. En su interior aparencen Hiram, Rey de Tiro (rojo), Hiram Abiff (amarillo) y Salomón (azul), aunque también pueden ser los tres grados (amarillo Aprendiz, azul Compañero y rojo Maestro Masón).





22. Pudiera ser que esta lámina hiciese referencia al grado 6º Secretario Íntimo. En él aparecen Salomón (de azul) e Hiram, Rey de Tiro (de rojo), quien parece haber apresado al intruso. No obstante, las joyas no coinciden con las de la lámina 27. Puede leerse más sobre el grado 6º Secretario Íntimo en




23. Quizá el angel de color amarillo se corresponda con el grado de Aprendiz, el azul con el grado de Compañero y el rojo con el grado de Maestro. El acrónimo UNS.·. también aparece en la siguiente lámina. V.·.S.·. es con toda probabilidad "vase", que es el término que se emplea en francés para un cáliz o una copa sagrada,




24. B.D. PUR podría ser Bassin de purification, pileta de purificación.




 25. Mer d'airain, 12 Boeufs. Mar de Bronce, 12 Bueyes. El Mar de Bronce es el nombre con el que se conoció un gran recipiente circular, de diez codos de diámetro y cinco de profundidad, con un palmo de grosor, que Salomón mandó fundir para el Templo de Jerusalén.​ El Mar de Bronce descansaba sobre doce bueyes del mismo metal, cuyas partes posteriores quedaban enteramente ocultas hacia la parte de adentro, según se lee en el cap. VII, del libro 3ª de los Reyes. Tres de estos bueyes miraban al septentrión, tres al occidente, tres al mediodía y tres al oriente.




26. Petit Élu de Lodge Parfait Écossaise. Pequeño Elegido de Logia Perfecta Escocesa, el grado precursor de Elegido de los Nueve. Se trata de un grado de origen astronómico, y por ello aparecen las nueve estrellas que representan  a los nueve Maestros Elegidos son las nueve estrellas, que aparecen unidos a la Escuadra, símbolo del Maestro, y el perro que les conduce a la cueva es Sirio, la Estrella Perro. En el momento en que el Sol entraba en el Equinoccio de Otoño, resulta que hay nueve estrellas reseñables que alcanzan su meridiano en el mismo período, levantándose conforme Libra se pone (recordemos que los asesinos de Hiram Abiff se corresponden con las tres estrellas principales de Libra). Por ello estas nueve estrellas parecen perseguir y acosar a esa constelación. Estas estrellas son Capella, Menkalinan en El Cochero, Aldebarán en Tauro, Bellatrix, Betelgeuse, y los Tres Reyes, junto con Rigel, en Orión. El perro es Sirio, la Estrella Perro. Puede leerse más al respecto en



27. Las letras no tienen por qué leerse necesariamente en el mismo orden. Bien pudieran ser S.·. P.·. HI.·. Aparentemente son Salomón (de azul con la calavera), Hiram Rey de Tiro (de rojo con el sol) e Hiram Abiff (de amarillo con la Escuadra). Otra opción es que representen a los tres grados de la Masonería Simbólica, lo que podría ir en consonancia con la lámina 23. En este caso el color amarillo se correspondería con el grado de Aprendiz, el azul con el grado de Compañero y el rojo con el grado de Maestro.




28. Gran Maestro. El cáliz representa la Iniciación.




29. Grado de Escocés de las tres J.J.J. (yods) o Escocés de Clermont. Se trata de un grado muy curioso porque las logias de París ya lo practicaban en 1740 aunque sin saber cuál era su origen. En él se representa el modelo de Instalación irlandesa y antigua, que no se conocería en Inglaterra, ni tampoco en Francia, hasta la divulgación Three Distinct Knocks en 1760. Puede leerse más al respecto en




30. Forma de Logia Perfecta.




31. Trinitario. El símbolo de los Escoceses Trinitarios eran tres triángulos superpuestos.




32. Y habiendo creado Dios a la mujer, dijo entonces Adán: "esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Génesis, 2).



LOS MAESTROS AD VITAM


Louis de Bourbon-Condé, conde de Clermont, elegido en 1743 como
«Gran Maestro de todas las logias regulares de Francia».


Hablar de los Maestros Ad Vitam es en realidad hablar de cómo evolucionó la Instalación en Francia durante el siglo XVIII; y también de cómo el obsoleto sistema instaurado por la Gran Logia de Paris y las Logias Madres dio paso a un Gran Oriente de Francia que puso las bases para un funcionamiento moderno y viable de la Masonería francesa. El Maestro Ad Vitam es una figura muy interesante, dado que responde a una Masonería propia de l'Ancien Régime, pero que mantendrá su existencia hasta poco después de la Revolución Francesa.

Durante el Antiguo Régimen francés existía una forma de acceder a los cargos públicos y militares denominado "Venalidad de los oficios". Este sistema ya había sido empleado en la antigua Roma, y también existía en otros países europeos, pero donde más floreció fue en Francia. Este sistema consistía en que los cargos se podían comprar por aquellos individuos que tuviesen dinero suficiente (por lo general, nobles), siempre que contasen con el visto bueno de la administración correspondiente. De este modo se garantizaba que el cargo fuese adquirido por alguien capaz de desempeñarlo, y el estado convertía los nombramientos en una fuente de ingresos.

Este mismo sistema comenzó a implantarse en la Masonería francesa: conforme las logias empezaron a tener membresía francesa, los Venerables empezaron a ser Maestros Ad Vitam, es decir, vitalicios. Las Logias Madres no emitían las Cartas Patentes a las logias, sino que entregaban la Patente a un Venerable Maestro Ad Vitam, quien era literalmente el dueño de la logia durante toda su vida. Por ejemplo, si el Maestro Ad Vitam cambiaba de ciudad de residencia, la logia también cambiaba de ubicación, pues iba unida a su persona.




Lámina del Mutus Liber Latomorum (c.1765), donde se representa el grado de Escocés de las Tres JJJ.


El Grado de Escocés de las Tres J.J.J.

Sin embargo, parece ser que en los albores de la Masonería francesa, cuando las primeras logias estaban formadas por los refugiados escoceses e irlandeses llegados tras la derrotas de las tropas jacobitas, el sistema de Veneratura era muy diferente: no solo no era ad vitam, sino que se celebraba una ceremonia de Instalación en cámara de Maestros Instalados que era totalmente desconocida por la Gran Logia de Londres y Westminster (a partir de 1738 Gran Logia de Inglaterra). En la logia del conde de Clermont en París, durante los 1740s, estaban practicando un sistema primitivo de al menos cuatro grados capitulares, el más elevado de los cuales era Escocés de las 3 JJJ (de las tres yods), también denominado Escocés de París o Escocés de Clermont. Los masones franceses no sabían de dónde provenía, pues claramente no era un grado del Arco Real. El argumento de este grado, en su forma primigenia, era muy sencillo: se había reemplazado a Hiram por Adonhiram, en cuya silla era instalado el candidato por medio de un Toque y la comunicación de dos Palabras, siendo una la Palabra de Maestro empleado en Francia durante el siglo XVII, Gabaon, y la otra una variación de la Palabra de Maestro Instalado que se sigue empleando actualmente en Inglaterra y España.

Esta ceremonia en sí no tendría mayor interés de no ser porque este tipo de Instalación era totalmente desconocida por la Gran Logia de Inglaterra (Los Modernos). De hecho quienes la practicaban eran los irlandeses y los Antiguos, y no se haría pública en Inglaterra hasta la divulgación, en 1760, de Three Distinct Knocks. Es decir, en 1740 tenían en París una ceremonia cuyo origen desconocían, que la Gran Logia de Inglaterra también desconocía, y que solo sería formalizada en suelo inglés por los Antiguos, cuya Gran Logia se fundaría en 1751 y cuya membresía era prioritariamente irlandesa. En realidad, esta ceremonia de Instalación tenía su origen en la Masonería irlandesa, y es uno de los principales elementos arqueológicos (admítaseme la palabra) que demuestran la presencia de irlandeses en el amanecer de la Masonería francesa. Irlandeses que solo hubieron podido llegar con las primeras oleadas de refugiados jacobitas.

Sin embargo, esta ceremonia, de la que realmente no queda constancia escrita de que hubiese sido practicada (esto tampoco es raro, pues si de algo adolece la Masonería irlandesa es de falta de documentación) hubo de ser abandonada conforme la Veneratura Ad Vitam se impuso. No obstante, sobrevivió arrinconada como grado 8º Intendente del Edificio dentro del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, donde, a pesar de ciertas deformaciones, todavía se mantienen los principales rasgos de la ceremonia de Instalación.



Los Gansos Salvajes jacobitas, que huyeron de Irlanda a Francia en 1691, se pusieron al servicio de la corona francesa. Durante la Guerra de Sucesión vinieron a España a apoyar a las tropas de Felipe V, participando en la Batalla de Almansa y posteriormente en el incendio de Xátiva. Probablemente ellos llevaron las primeras logias a Francia. Este dibujo de representa gansos salvajes jacobitas en Almansa en 1707. De la web 18th Century War Art.

Pero como hemos dicho, en Francia la figura que se impuso eran los Maestros Ad Vitam. Cierto es que había excepciones y no siempre era así. Aunque podían encontrarse en cualquier tipo de logia, parece ser que eran más frecuentes en aquellas que seguían el sistema inglés de Masonería Simbólica que en las que pertenecían a la Antigua Maestría (o grados incipientes del Escocismo). Sin embargo, tras la muerte del Conde de Clermont iba a estallar una gran crisis en la Masonería francesa, la cual abandonaría el modelo obsoleto de l'Ancien Régime y la Gran Logia de Francia para dar lugar a una obediencia moderna y viable que sería el Gran Oriente de Francia. El sistema anterior de Logias Madres provinciales estaba resultando caótico porque con frecuencia se oponían a la Gran Logia de París, al tiempo que no ofrecía cauces representativos para las logias locales; y entre las modificaciones que el Gran Oriente de Francia quería implantar estaba la supresión de los Maestros Ad Vitam.

En 1773, tras la fundación del Gran Oriente de Francia, los Maestros Ad Vitam se reunieron en lo que denominaron Gran Logia de Clermont o, como antaño, Gran Logia de Francia, y declararon al nuevo Gran Oriente de Francia como cismático. En realidad esta férrea resistencia no se debía tanto al orgullo como al hecho de que, al ser los Maestros Ad vitam los propietarios de las logias, y siendo ellos quienes cobraban por los grados conferidos, la eliminación del carácter vitalicio de la Veneratura hacía peligrar lo que en muchos casos era su principal medio de subsistencia. De hecho, fue esta concepción de propiedad de las patentes lo que provocó también en parte la proliferación incontenible de nuevos grados en la Masonería francesa: si por cada grado conferido el Maestro ingresaba dinero, a más grados mayores beneficios.




Logia del Chateau de Mongenan, que estuvo operativa entre 1750 y 1898.

El Gran Oriente de Francia salió adelante. Quizá hoy nos parezca que el viento de la historia le hizo imponerse, pero en su momento su hegemonía sobre la Gran Logia de Francia distaba de estar clara, y seguramente fue el apoyo comprometido que le brindó el Duque de Chartres, el futuro Felipe Igualdad, lo que decantó la balanza. Paulatinamente el Gran Oriente de Francia adquirió preeminencia, y llegó un momento en que las cartas patentes para abrir nuevas logias se solicitaban casi exclusivamente al Gran Oriente.

Realmente, el problema de los Maestros Ad Vitam nunca se solucionó. Y no se solucionó porque, a pesar de los problemas que planteaba y de que hoy en día la idea del Maestro Ad Vitam nos resulte inconcebible, ellos tenían el derecho de su parte. Os lo planteo de otra forma: en España el que se convierte en funcionario tiene la plaza en posesión vitalicia. Imaginad que en lo sucesivo se decidiese que las plazas de funcionario no fuesen vitalicias sino por contrato de tres años. ¿Podríamos expulsar a los funcionarios anteriores de sus plazas? No, pues sería despojarles de sus derechos adquiridos. Por ello, aunque el Gran Oriente de Francia se fundó en 1773, continuó habiendo Maestros Ad Vitam durante veinte años más, hasta después de la Revolución Francesa. Hubo de ser el cambio generacional (dicho con menos tacto, la muerte por vejez de los Venerables Ad Vitam) la que hiciese que esta figura pasase a la historia. Y del mismo modo que, cuarenta años antes, la Instalación irlandesa hubo de quedar arrinconada como grado 8º Intendente del Edificio debido a la maestría vitalicia imperante en Francia, ahora esta maestría vitalicia quedaría aparcada como grado 20º Maestro Ad Vitam para dar paso a un sistema más moderno y democrático en la elección de los Venerables. En el ritual del grado 20º podemos contemplar todavía ese vestigio de la Maestría Ad Vitam según el cual, a la hora de abrir la logia, el Maestro, en vez de decir "Hermanos, ayudadme a abrir la Logia", dice "en atención a que ocupo el Oriente, yo abro la Logia"...




GRADOS OLVIDADOS DE LA MARCA




Hace ya bastante tiempo tratamos en este blog el grado de La Marca. Los que queráis podéis acceder a esa entrada en este enlace:






Sin embargo, en esta ocasión vamos a profundizar un poco más en la pléyade de grados de Marca que existieron durante el siglo XVIII.

Los grados masónicos tradicionales provienen mayoritariamente de tres fuentes ya practicadas por los operativos (dejamos al margen los numerosos grados creados en Francia, Alemania, EE.UU. e incluso Inglaterra ya a partir del siglo XVIII). Estas tres fuentes eran:

1) La Palabra de Masón y los Antiguos Deberes. De aquí surgen los tres Grados Simbólicos.

2) El Arco Real. De aquí surgen los grados capitulares más antiguos (Arco Real, Maestro Escocés de San Andrés, Caballero de Oriente, etc.).

3) Grados de Marca y Harodim. En este caso se trata de una serie de grados que surgieron de manera autónoma en Irlanda, Escocia y el norte de Inglaterra, en el que los masones operativos plasmaron muchas de su tradiciones religiosas y espirituales. Hoy en día el gran grado superviviente de esta familia es La Marca; pero en su origen hubo muchos grados distintos de Marca.


Un artículo del Scottish Freemason publicado en 1895 perfilaba los grados originales escoceses de la Marca, que se conferían según el grado que se tuviese:

Compañero                                     Marca de Compañero
Maestro Masón                               Maestro de Marca
Arco Real                                        Marca Fugitiva
Caballero Templario                       Marca Cristiana


Actualmente el grado de Marca consta de dos ceremonias, una primera en que se confiere la Marca al Compañero, y una segunda ceremonia donde se confiere el grado de Marca, el cual gira en torno a una piedra encontrada que, precisamente, no tiene Marca alguna. El contenido del grado de Maestro de Marca ya fue analizado en la anterior entrada sobre la Marca. Sin embargo vale la pena detenerse en el grado de Marca Fugitiva, que se confería a los Compañeros del Arco Real, y la Marca Cristiana, que se confería a los Caballeros Templarios (grado que exige una profesión de fe cristiana y trinitaria).

La Marca Fugitiva se realizaba trazando un triángulo desde la frente hacia afuera con el índice de la mano derecha. La respuesta se daba realizando el mismo signo de manera idéntica pero con la mano izquierda. La marca se trazaba dibujando un triángulo con un vértice hacia uno mismo. Sin embargo, cuando era preciso utilizarlo en la realidad había dos maneras de hacerlo: la primera forma consistía en doblar un papel en forma de triángulo, manteniendo un vértice hacia el propio peticionario, y diciendo «Yo llamo» (I call), a lo que se debía responder «Yo acudo» (I come). La segunda forma consistía en dibujar en la mesa un triángulo con un vértice como ya hemos mencionado, a la espera de ver lo que hacía el interlocutor, el cual, de hallarse en posesión del grado, dibujaría otro triángulo apuntándole a él mismo. Este grado se empleó tanto en Irlanda como en el norte de Inglaterra durante las revueltas jacobitas, lo que nos lleva a pensar que, del mismo modo que la Masonería de los Modernos tenía un sesgo hannoveriano, la de los Antiguos podía tenerlo jacobita. Posteriormente pasó a conferirse en logias de Nautas del Arca Real, donde el Noé oficiante recordaba a los masones el deber de ofrecer cobijo a los masones que «fuesen víctima de persecución tanto por parte de la autoridad religiosa como política».

La Marca Cristiana conferida en el Templarismo hacía referencia a una marca que era trazada en la frente de aquellos que habían permanecido fieles a Jesucristo a través de las tribulaciones.

Otros grados de Marca que encontramos en el norte de Inglaterra son:

Marca Itinerante: se empleaba para que aquellos que se encontrasen de viaje solicitasen ayuda a otros masones, y se realizaba entregando personalmente, o haciendo llegar por medio de un intermediario, un folio en blanco doblado como un tríptico. El masón que recibía el folio doblado debía asistir al viajero, proporcionándole alojamiento, comida e incluso dinero.




Marca de Caín: la maldición de Caín y la Marca de Caín se refieren a los pasajes bíblicos del capítulo 4 del Libro del Génesis. Tras el asesinato de Abel, Dios condenó a Caín a errar constantemente sobre la tierra (de este modo, al ser Caín agricultor, le condenaba a no poder cultivar). Dios declaró que Caín estaba maldito y colocó sobre él una marca como advertencia de que cualquiera que matara a Caín provocaría la venganza de Dios. El signo que se empleaba era el puño cerrado con el pulgar erecto aplicado contra la frente. Este grado 


Caín huyendo a la tierra de Nod, por Fernand-Anne Piestre Cormon, c. 1880.

Marca NegraTras asesinar a Abel, Caín huyó a la tierra de Nod, donde erigió una ciudad fortificada cuyos habitantes se dieron a la idolatría. Pero entre el culto a los falsos dioses, Enoc se mantuvo fiel a la promesa del Mesías que algún día vendría. Y tal era la fe de Enoc en la venida de Jesucristo que no solo profetizó su primera venida, sino también su Parusía o segunda venida. Al hacer referencia a Jesucristo este grado no fue ubicado entre los grados bajo jurisdicción del Arco Real, sino que se confirió finalmente en el entorno del Templarismo.

El Juicio Final, por Juan de Borgoña (c.1510). Sala Capitular de la Catedral de Toledo.


Marca y Eslabón: En el grado de Eslabón y Cadena el Rey Salomón tiene por costumbre visitar y examinar las distintas partes del Templo, pero durante una inspección una amatista de la corona del rey cae al suelo. Un afortunado Masón de Marca encuentra la piedra preciosa que, situada en el lugar correcto de la piedra angular, revela uno de los Nombres de Dios. El toque de este grado de Marca se hace formando un eslabón con las manos, de ahí el nombre de Marca y Eslabón.

Jacob luchando con el Ángel
Gustave Doré (1855)
Marca y LuchaEn el grado de Marca y Lucha la ceremonia de concesión de la Marca se asoció con otro grado denominado Lucha de Jacob, en el que se conmemora la lucha de Jacob con el ángel tal y como aparece en Génesis 32, 24 - 31. Estos versículos narran la historia de cómo Jacob luchó con el ángel, quien no pudo derrotarle hasta dañarle la cadera. El ángel no reveló su nombre, pero le dijo a Jacob: «No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido».

En realidad es virtualmente imposible saber cuántos grados distintos de Marca se practicaron en el norte de Inglaterra durante el siglo XVIII. De muchos no queda constancia, y de otros como el grado de Marca Antigua, ignoramos su contenido, aunque aparece documentado en 1819 en la Logia Prince George de York. En el grado 5º del Rito Escocés Primitivo, denominado Marca de Compañero, se pide al candidato que dé la Marca Ciega, aunque bien podría referirse al Toque del grado.

Existe un grado irlandés que se suele incluir entre los grados de Marca, pero en el que realmente la marca juega un papel marginal. Se trata de la Cruz Roja Irlandesa, que en Escocia se denomina Pase Babilónico o Cruce del Puente. Si bien en el ritual de este grado se representa la salida de Babilonia y la llegada a Israel por parte de los capataces hebreos que posteriomente protagonizarán el Arco Real, en el transcurso de la ceremonia el candidato escoge una marca, la coloca sobre la Biblia y la cubre con sus propias manos mientras repite la Obligación. El Pase Babilónico aparece también en la Real Orden de Escocia, donde encontramos cómo al final del puente lo que aparece es la Torre del Descanso (que aparece pintada en las paredes del grado Rosacruz). Se halla igualmente presente en el Templarismo, en la Orden de Caballeros Masones (cuyo Gran Consejo se reúne anualmente en Dublín), y en el grado 15º Caballero de Oriente, del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, entre otros.

Lo dejamos aquí. Otro día hablaremos de otros grados muy emparentados con estos: los grados Harodim. 




LA BASE MÍSTICA DE LA FRANCMASONERÍA




Walter Leslie Wilmshurst (1867 - 1939)


Arthur Edward Waite
(1857 - 1942)
En 1911 fueron publicados en Londres los dos volúmenes de la obra de Arthur Edward Waite La Tradición Secreta de la Francmasonería, en la que planteaba la naturaleza y los rituales del sistema masónico como un trasunto de los sistemas mistéricos de la antigüedad, así como de otros todavía existentes. La revista Occult Review solicitó al autor masónico Walter Leslie Wilmshurst que realizase una breve reseña de dicha obra, que es la que expongo a continuación. Este artículo lo traduje para ser publicado en una recopilación de artículos de Walter Leslie Wilmshurst que no llegó a materializarse, por lo que se quedó inédito. No obstante lo publico ahora por su interés.












Cuando, en 1646, el fundador de la Biblioteca Ashmoleana dejó constancia por escrito de que había sido iniciado como Francmasón en Warrington; o cuando unas cinco décadas más tarde los arquitectos, contratistas y superintendentes de trabajos empleados en la reconstrucción de la Catedral Metropolitana se reunieron tras su jornada laboral en una reunión masónica de otro cariz en la Taberna del Ganso y la Parrilla, junto al Cementerio de San Pablo, nadie podía haber previsto que, a lo largo de los dos siglos siguientes, y partiendo de la exigua comunidad de Francmasones existente, florecería la vasta organización que conocemos hoy en día. Actualmente poseen carta patente emitida por la Gran Logia Unida de Inglaterra aproximadamente tres mil Logias masónicas, las cuales agrupan a una membresía de 150.000 Hermanos. Los territorios de Escocia e Irlanda trabajan bajo Obediencias propias pero siguiendo líneas generales similares a las de la Gran Logia Unidad de Inglaterra, mientras que en las colonias británicas, Estados Unidos y en todos los países civilizados del mundo -con excepción de Japón- encontramos organizaciones masónicas, haciendo que el número total de miembros en todo el planeta suponga una multitud incontable y que crece año tras año. Resulta obvio que la idea masónica ha arraigado y continúa firmemente enraizada en la mente de una parte considerable de la humanidad, sin que la distintición por razón de raza o idioma haya podido suponer un obstáculo para que sea apreciada universalmente. La propia naturaleza interna del fenómeno resulta ignorada dentro de la misma comunidad masónica, aunque el hecho externo de la difusión del sistema masónico a lo largo y ancho del mundo es no solamente notorio, sino que es ampliamente provechoso para los miembros de la Fraternidad, de modo que puede ser recomendable detenerse en unas consideraciones al respecto, preguntándonos cuál es el secreto de la amplia expansión que la Francmasonería ha experimentado durante los dos últimos siglos, y que sigue experimentando.

La cuestión es sin duda compleja, y ante esta cuestión puede ofrecerse una diversidad de respuestas improvisadas, cuyo valor depende ampliamente de la perspicacia del interlocutor y de su favor o rechazo hacia el sistema masónico. El hecho de que este sistema proporcione una ocasión para el encuentro social, fraternal -y para dar gusto a los escépticos, añadiría que lúdico- entre individuos que han optado por integrarse en una fraternidad distintiva sin un propósito más profundo que este, no parece suficiente para justificar a una organización tan robusta y firmemente asentada, a la que han pertenecido personalidades de tanta eminencia desde el pasado hasta el presente.

Que la Orden fomente la beneficencia y la filantropía, lo que sin duda hace y con elegancia, es otro pretexto igualmente equivocado, pues la Masonería no fue concebida para ser, y no es, una sociedad benéfica, de modo que sus proyectos de caridad no son sino algo meramente accesorio, y lejos de ser la razón de su existencia.

Que la Orden sea una escuela de moral con tendencia a promover la paz y la buena voluntad entre los hombres, lo que también es verdad en un sentido amplio, no es tampoco suficiente, pues los hombres no necesitan ingresar en una sociedad secreta, somentiéndose a una obligación de silencio, sencillamente para aprender una ética rudimentaria que todo el mundo conoce y practica.

Una portada de la revista Occult Review
Que la Masonería sea, como se dice con frecuencia, un motor para promover mutamente el ascenso social de sus miembros en detrimento de los que no lo son, o una tapadera para la intriga política, o una pantalla para propagar ideas antirreligiosas, son sospechas vanas. El hecho de que en el pasado haya acogido intrigas u otras conspiraciones, como las relacionadas con jacobitas y legitimistas tanto en Inglaterra como en Francia en la época revolucionaria, bajo los auspicios de sociedades que se autodenominaban masónicas, es sin duda un hecho. Pero esto, cuando es probado, demuestra únicamente que se ha empleado de manera fraudulenta un sistema creado para propósitos por completo diferentes. Por lo que se refiere a la Masonería británica de hoy en día, resulta tan inocente como una reunión de amas de casa, y de hecho se mantiene al margen incluso cuando las distintas iglesias nacionales adoptan uno u otro sesgo político, ya sea de manera más activa o pasiva, mientras que la conocida excomunión por parte de la Iglesia Romana contra la Fraternidad Masónica, como si estuviese invadiendo los derechos exclusivos de la Iglesia sobre la espiritualidad, queda reducida al ridículo cuando se contempla el perverso registro político de esa misma iglesia.

Por eliminación, pues, llegamos a la única razón de ser que nos queda para la expansión y popularidad del sistema Masónico: el significado e implicaciones de sus ritos y ceremonias. Ahora bien, si no existiese en ellos, o en una cierta voz manifestándose sutilmente en los mismos, una vez que todo lo superfluo y añadido ha sido descartado, la esencia fundamental y el secreto de la vitalidad y el desarrollo de la Masonería, entonces no quedaría justificación alguna ni sentido real para su existencia. No importa que, en el caso de la mayoría de los miembros de la Orden, esa voz no resuene con potencia, ni que su propósito sea débilmente reconocido; del mismo modo que es preciso admitir que entre los mismos Masones son pocos los conscientes de la herencia de la que participan. Pero el hecho es que en el interior de esos ritos hay algo velado y latente, aunque se encuentre en sus profundidades, y que, por débil que sea, provoca una respuesta en aquellos que toman parte en dichos rituales; alguna remota causa causans al margen de lo impresionantes y solemnes que puedan resultar los mismos rituales, que por otra parte suelen permanecer incomprendidos e inactivos en la conciencia, pero que no obstante inducen a aquellos que los representan a intuir que se hallan en presencia de un misterio que alcanza la raíz misma de su ser, así como que para ellos es bueno encontrarse allí.

¿A qué elemento de los ritos masónicos debemos atribuir la eficacia y sutileza de esta llamada? Entre la Fraternidad, así como entre el público profano, hay muchos que, a falta de mejor información, suponen que la Masonería es un sistema de antigüedad inmemorial, que por alguna razón poco definida fue instituido para un fin igualmente poco definido por los primeros habitantes del Oriente, y que por alguna razon también poco clara resulta conveniente practicar en el Occidente. Se supone también que los predecesores de la actual Masonería tenían interés en la construcción operativa y erigieron, entre otros edificios anteriores y posteriores, el Templo nacional de Israel en Jerusalén, tradicionalmente asociado con el Rey Salomón. Disipar los errores inherentes a estas suposiciones, rasgar los velos y mostrar el significado interior y real de este contenido, me llevaría más allá de los límites que impone este artículo. Es bien conocido el hecho de que los sistemas de Iniciación en ciertos secretos y misterios espirituales fueron creados en tiempo inmemorial; y es sin duda cierto que esos gremios y guildas de canteros operativos poseían igualmente rituales elmentales, signos secretos, toques y privilegios que florecieron desde épocas remotas y han subsistido hasta épocas relativamente recientes. Es también un hecho que al menos los arquitectos jefes y obreros de superior cualificación pertenecientes a tales comunidades estaban profundamente intruidos en lo referente a  la teogonía y monumentos del pasado, tal y como las grandes catedrales de la cristiandad atestiguan, al igual que conocían los principios del simbolismo más profundo, de modo que con mentes consagradas y manos reverentes introducían tales principios en la construcción de los edificios religiosos, plasmando así de forma colateral en la piedra el templo perfecto que el hombre debe construir en su mente y cuerpo, si desea participar de otro templo que es eterno y no está construido por las manos. Pero esto dista mucho de afirmar que la Masonería moderna sea la perpetuación, o una imagel fiel y lineal, de los antiguos sistemas mistéricos o bien de las comunidades masónicas operativas, aunque sin duda persisten puntos en común con ambas. Todo Masón es consciente de que la Masonería tiene como fin iniciar en ciertos secretos y misterios, del mismo modo que todo Masón es consciente de que se emplean herramientas, aparejos y terminología de los masones operativos. Pero le bastará reflexionar mínimamente para percatarse de que los secretos y misterios a los que se refiere no son los propios de una actividad artesanal (los cuales, por supuesto, no tienen otro valor salvo el meramente profesional o comercial), y que las particularidades de la actividad operativa han sido empleadas únicamente como soporte externo con el cual revestir verdades de orden moral y espiritual; y finalmente que el principal de entre los Grados Simbólicos, el que incluye su gran leyenda central o historia tradicional, así como sus Grados predecesores, que representan los procesos de purificación previos, tiene como misión, desde la primera palabra de la apertura hasta la final del cierre, la presentación velada de algo que, por una parte, está tan alejado de la arquitectura terrenal como el Oriente lo está del Occidente, y por otra, es el elemento integrador y culmen de cualquier sistema religioso antiguo de Iniciación.
Así pues, en la Masonería especulativa moderna se da una confluencia de dos sistemas distintos. En algún momento durante el Siglo XVII, los ritos elementales de pertenencia empleados en las ya virtualmente obsoletas guildas operativas fueron absorbidos y adaptados, en circunstancias que nos resultan muy oscuras y por parte de individuos que nos resultan igualmente oscuros, con el fin de servir como vehículo para la expresión de una doctrina altamente mística y religioso-filosófica, desconectada de la arquitectura mundana y sin relación alguna con cualquier forma de masonería que no fuese la metafórica, de modo que se pasó a hablar de la construcción –o más bien reconstrucción y reintegración– de ese templo incompleto que es el alma humana. Puede dejarse constancia, en lo referente a este punto, que el mérito de haber llegado a esta conclusión corresponde totalmente al Sr. A. E. Waite, quien las expresó por primera vez en ciertos textos ilustrativos incluidos en sus Escritos Sobre Misticismo, añadiendo otras opiniones que lo confirman en su siguiente libro, La Iglesia Oculta del Santo Grial. Los hechos que conducen a tal conclusión habían pasado inadvertidos para los historiadores de la Masonería, quienes elaboraban sus teorías desconociendo por completo, y desde luego sin poseer el dominio de la materia del Sr. Waite, los movimientos ocultistas y místicos que transcurrían tras la escena de la historia visible en Europa durante los pasados siglos, lo que les ha impedido trazar la auténtica génesis de la Masonería moderna. Es de reseñar que durante esa génesis, así como mucho tiempo antes, tanto este país como la Europa continental estaban repletos de ocultistas e iniciados –con intenciones tanto nobles como fraudulentas– pertenecientes a las escuelas de Alquimia, Magia, Rosacrucismo y doctrinas de todo tipo. Los escritos de esa meritoria figura que fue Thomas Vaughan, así como los numerosos testimonios de la literatura contemporánea respecto al predominio de la búsqueda de lo oculto, dan fe de que los más honestos estudiantes y genuinos adeptos se encontraban en dicho escenario en la época en que se concibió el movimiento masónico, siendo razonable deducir una conexión entre ellos y la propia Masonería. En el antiguo sistema operativo estos personajes, o al menos algunos de ellos, hallaron, por así decirlo, un cuerpo preparado. Importaron a ese cuerpo un nuevo espíritu y le otorgaron una vida transfigurada; una vida que, en su desarrollo más maduro, encontramos hoy en día en una magnitud muy superior. Por emplear una expresión del Sr. Waite, «realizaron un experimento sobre la mentalidad de la época», y, recuérdese, fue un experimento realizado con una perspicaz introspección y previsión, al comienzo de una época en que la marea de la vida espiritual y la comprensión de las iglesias oficiales se encontraba en un momento extraordinariamente bajo, al tiempo que la marea del pensamiento racionalista y el materialismo científico se elevaba extremadamente alto. Una época en la que quizá parecía deseable, en aras del beneficio de unos pocos en los oscuros días que se avecinaban, una nueva luz que diese testimonio de una verdad y una doctrina que en realidad nunca había faltado en el mundo. Siendo mi propósito en este artículo llamar la atención por igual tanto de aquellos que son Masones como de quienes no están al corriente del extraordinario desarrollo de los aspectos místicos de la Masonería y sus numerosas ramificaciones y ritos aliados, las siguientes consideraciones quizá no sean inapropiadas, dado que su intención es esclarecer la atmósfera nublada desde la que se percibe la auténtica historia y propósito vital del sistema masónico, ya sea desde la propia Masonería como por parte de los profanos. En los textos anteriormente citados –que no versan sobre la historia externa, y virtualmente insignificante, de la Masonería, sino sobre su contenido interior, su propósito, y su lugar en la larga cadena de tradiciones ocultas– el Sr. Waite demuestra hasta qué punto la Masonería, tanto en sus Grados Simbólicos como en los Altos Grados y sus Grados Colaterales, es expresión, aunque quizá incompleta, pero aun así inequívoca, de esa Tradición Secreta que se ha perpetuado a través de todos los tiempos con el objeto de instruir a aquellos que deseaban fervientemente resolver el enigma de la existencia con los métodos que dicha Tradición acredita y garantiza. La búsqueda en pos de dicha solución siempre ha tenido lugar, aunque únicamente entre unos pocos. Podemos llamarla la Búsqueda del Grial; o de la Palabra Perdida, o la guarda de un Sepulcro vacío. Podemos denominarla la Gran Obra, o el descubrimiento de la Piedra Filosofal, o referirnos a ella platónicamente como la tarea de reintegrar el elemento divino del hombre en la Base Divina del Universo. Los sistemas han sido muchos, pero la búsqueda, y el objeto de la búsqueda, no son sino uno. Muchos de estos sistemas, expresados en ocasiones en términos de asombrosa ingenuidad por temor a que las perlas que contienen cayesen en manos inapropiadas, han desaparecido hace largo tiempo, siendo reemplazados por otros. Al igual que las siempre renovadas ramas del Árbol de la Vida, uno avulso non deficit alter aureus, cuando uno ha dejado de servir surge inevitablemente otro, como si hubiese velando por Israel –el pequeño pero siempre existente cuerpo de aspirantes dedicados y constantes– aquellos que nunca duermen; una vigilia de Vigilantes invisibles cuya preocupación es mantener por siempre abierto e iluminado el sendero al Centro, a donde todas las experiencias conducen y donde todas las búsquedas concluyen.

El Sr. Waite define la Tradición Secreta como 1) los recuerdos de una pérdida cósmica en la que ha incurrido la humanidad, y 2) los registros de la restitución de lo que fue perdido. Se trata de un conocimiento íntimo referente al modo en que el hombre debe retornar a su lugar de origen. Pero, de manera paradójica, ese método de vida interior lo es de muerte interior. No hay sistema acreditado de enseñanza mistérica que no haya proclamado, ya sea como leyenda, símbolo o representación dramática, el hecho de que la muerte, entendida en sentido místico, es la puerta a esa vida que no es únicamente una existencia post mortem, sino una unión consciente e irrefutable con la Base Eterna del Universo. Puede argüirse, y con razón, que esa doctrina es, o pretendía ser, la de la religión pública. No me concierne ahora discernir hasta qué punto las iglesias han conseguido o no transmitir plenamente esta verdad a sus feligreses, y desde luego estoy lejos de afirmar que el sistema colateral masónico pueda vanagloriarse de haber conseguido algo más en este sentido. Pero no hay nadie entre los millones que han recibido el Grado de Maestro Masón que no solo no haya percibido que se han sometido a una experiencia simbólica que fue la crux y centro de todos los grandes sistemas mistéricos del pasado, sino que además, al hacerlo así, ha dado testimonio en su propia persona de una verdad inherente a la naturaleza moral del mismo Cosmos.
Y en ello radica el peculiar propósito y valor de la ceremonia de Iniciación si lo comparamos con otros sistemas que son única o principalmente didácticos. La doctrina enseñada es aplicada inmediatamente de manera personal. Se pretende estimular la imaginación del discípulo al hacerle identificarse, y representar ceremonialmente, lo que es esencial que aprenda, con el fin de que posteriormente, en su vida privada y su conciencia, se convierta en aquello que ha representado sacramentalmente.
Al ser tal la naturaleza y propósito de los ritos arcanos, el Sr. Waite, que parece estar en una situación privilegiada para familiarizarse con todos los actualmente existentes, así como con los registros de otros muchos caídos en desuso, ha podido aplicar en este libro su bien conocida cualificación como místico para compararlos y establecer su valor. Una tarea laboriosa dirigida con incesante habilidad y tacto, pues al tratar con asuntos que implican compromiso de privacidad se ha encontrado por una parte con la dificultad de evitar decir cosas que atentasen contra esos compromisos, y por otra parte con la posibilidad de decir demasiado poco, impidiendo que un tema tan importante como este resultase inteligible para el lector no masónico. El autor ha conseguido superar este doble problema. Si bien ha sido leal respecto a aquellos asuntos que constituyen el conocimiento privado de comunidades secretas, ha sido sumamente generoso en todo aquello que excede el ámbito de los sistemas instituidos y no puede ser monopolio de nadie salvo de la humanidad en su conjunto. Por esta razón, aunque aquellos que son oficialmente Masones se encontrarán en situación ventajosa en virtud de su conocimiento desde dentro, el libro no necesita ser considerado como restringido para Masones, sino que es para un público más amplio. Cualquier Masón, independientemente de su rango, lo recibirá como una iluminación, quizá poco esperable en lo referente a su propia ciencia, que es ahora y por primera vez sometida a una exégesis nunca hasta ahora acometida. En la medida en que el profano pueda estar tan interesado como el iniciado en el desarrollo del conocimiento místico y la filosofía, e igualmente en las formas en que estos han encontrado expresión con el paso del tiempo, así encontrará un amplio espectro para una instrucción y reflexión provechosa.

Las limitaciones de espacio no nos permiten hacer referencia detallada al contenido del libro del Sr. Waite, o a la interesante colección de ilustraciones de símbolos crípticos e imágenes, algunos de los cuales han sido visiblemente asociados con la expresión y transmisión de doctrinas y ritos místicos, y de los cuales hay algunos reproducidos. Ambos volúmenes constituyen una cuidada presentación de un trabajo único, al cual, como Masón, doy la bienvenida con todo agradecimiento, recomendándolo a mis Hermanos y a todos aquellos a quien pueda interesar como la más importante contribución a la literatura masónica que ha aparecido hasta ahora. He preferido limitarme en esta reseña a resaltar mi convicción de su valor, y a indicar la certeza de que marcará una época en la historia de un sistema que se ha desarrollado, por así decirlo, a partir de una semilla de mostaza hasta haber sobrepasado la tierra entera. La Masonería, al menos en algunos de sus Grados, puede ser, tal y como el Sr. Waite lo describe, una expresión imperfecta de la Tradición Secreta, y el Masón medio puede, y sin duda lo hace, adentrarse en un conocimiento incompleto del contenido total de su sistema, a pesar de estar imperfectamente expresado, aunque puedan presentarse excusas por osar hacerlo. Pero la presente obra debería convertir tales dudas en inadmisibles, y por esta razón puede estar destinada a colaborar en la transformación y elevación del conjunto de la conciencia y razón de ser de la Orden Masónica. En un sistema que se ha desarrollado tanto como la Masonería lo ha hecho hasta ahora, y por una razón tan oscura e intangible, resulta, ahora que esa razón ha sido desvelada y se ha mostrado su razón de ser, que en él subyacen enormes posibilidades; y a este respecto me refiero menos a su futuro numérico que a la estatura espiritual de sus miembros.


La Masonería puede convertirse también en un baluarte de poder para el bien, máxime teniendo en cuenta la constante decadencia de las iglesias y lo insípido de sus enseñanzas. En relación con su futuro surge el tema, cada vez más acuciante, de la admisión de las mujeres, contra la que no hay, desde luego, ninguna objeción sustancial ni a priori. El conservadurismo que surge de una costumbre largamente establecida puede desvanecerse una vez que se ha alcanzado conciencia plena de la dimensión de esta búsqueda. Algunas Logias del continente están abriendo sus puertas a las mujeres, al tiempo que la Masonería mixta, junto con la Sociedad Teosófica, suponen ya numerosas Logias que admiten a ambos sexos. El Sr. Waite se muestra algo impaciente respecto a esta última tendencia, pero más debido al notorio patrocinio que le profesó un personaje tan esquivo como el Conde de Saint Germain que no por prejuicios ante el hecho de que la mujer pueda participar en ritos místicos y filosóficos. En palabras del Apóstol - Iniciado, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón, en la Idea Divina, y además de los numerosos precedentes de la antigüedad, hay buenas razones para asociarlos en cualquier sistema cuyo fin último sea la realización consciente de dicha Idea. Hubo una vez, recordará el lector, un edificio el cual, según las palabras de un gran profeta, fue rechazado y condenado por el Gran Arquitecto porque había sido «cementado con mortero mal templado». Las referencias que hago en este artículo referentes a la Masonería, al igual que respecto al libro del Sr. Waite, no están restringidas únicamente a los Grados Simbólicos y a su extensión, el Arco Real, sino que se extienden a todos los Grados Masónicos y otros ritos semejantes que subyacen tras estos Grados, quedando algunos de ellos totalmente más allá de la vista del Masón medio. Aquellos cuya existencia es conocida por el público son, como el Sr. Waite apunta, análogos a lo que en épocas anteriores se denominaban Misterios Menores. Pero igualmente subsisten más allá de estos unos Misterios Mayores, reservados para aquellos que son aventajados en el Arte. Tanto es así que se nos garantiza en esta obra que permanecen entre nosotros hoy en día. He escrito sobre el método masónico y el sistema iniciático en su conjunto, y si en lo que aquí he escrito no he hecho toda la justicia que debiera a la importante obra a la que hago reseña, la deficiencia se habrá debido al deseo de mostrar en el espacio de que disponía el punto de vista desde el que debe ser leída. Esta obra constituye la mayor contribución que la Orden ha recibido en el ámbito de la Masonería descriptiva. Ahora únicamente falta que la Fraternidad Masónica –y sin duda muchos espíritus inquietos fuera de ella– la aprovechen para ensanchar los límites de su comprensión en lo referente a este tema subestimado pero trascendental.