Creo que no hay pecado más grave a la hora de escribir sobre Masonería que salir con la retaila de datos históricos que, si bien pueden ser necesarios, no por ello dejan de ser tediosos y de naturaleza más anticuaria que didáctica. Como basta entrar en Google para acceder a toda la documentación emitida durante tres siglos por la Iglesia para condenar a la Masonería, comenzaré a tratar este tema partiendo del año 1917, momento en que la condena a la Masonería se materializa en el Código de Derecho Canónico.
Misa católica con Masones celebrada en Pernambuco (Brasil) para celebrar el Día del Masón de 2012. |
Como decíamos, a pesar de los abundantes decretos y encíclicas emitidos en contra de la Masonería durante los dos siglos anteriores, no fue hasta el Código de 1917 cuando se introdujeron los siguientes cánones referidos expresamente a los Masones:
Canon
542, que negaba a los Masones el derecho a entrar en un noviciado.
Canon
693, que negaba a los Masones el derecho a inscribirse en asociaciones de
creyentes.
Canon
1240, que denegaba a los Masones el entierro católico.
Canon
1453, que negaba a los Masones el derecho a apoyo por parte de la Iglesia.
Canon
1065, que negaba a los Masones el derecho al matrimonio católico.
Canon
2334, que confirmaba la excomunión de los católicos masones promulgada por Pio
IX en la encíclica Apostolicae Sedis.
Canon
2335, que confirmaba la excomunión de aquellos que se inscribiese en sectas
Masónicas o similares que maquinasen contra la Iglesia o los poderes civiles legítimos.
Para que este canon fuese aplicable, el sujeto debía estar inscrito en los registros
de dicha asociación, que debería estar nítidamente enfocada a fines sediciosos
y anticlericales.
Canon
2336, que añadía penas adicionales a los clérigos o religiosos que
perteneciesen a la masonería, entre ellas la suspensión y la prohibición de
impartir doctrina.
TRAS EL CONCILIO VATICANO II
Sesión del Concilio Vaticano II |
A partir de la celebración del Concilio Vaticano II, un incipiente diálogo entre Masones y católicos hizo que la situación comenzara a cambiar.
El
Concilio Vaticano II planteó también en el seno de la Iglesia una nueva actitud
hacia los Masones. Aunque no emitió ningún documento específico, planteó la posibilidad de dialogar con asociaciones que anteriormente
habían sido consideradas como antagonistas. Algunos Episcopados (Francia, Países Escandinavos, Inglaterra, Brasil o Estados Unidos) empezaron a revisar la actitud ante la Masonería; por un lado, analizando desde una perspectiva histórica los motivos que llevaron a la Iglesia a adoptar su actitud condenatoria; y, por otro, cuestionando que pudiera entenderse a la masonería como un solo bloque, sin tener en cuenta la escisión entre Masonería regular, ortodoxa y tradicional, religiosa y prioritariamente apolítica, e irregular, de sesgo político y anticlerical.
Debido
a esta nueva actitud, diversos grupos de Obispos comenzaron a consideran la
prohibición de entrar en Masonería teniendo en cuenta el carácter de cada Logia
en concreto. Los primeros que lo llevaron a cabo fueron los Obispos
escandinavos, lo que no deja de tener su lógica si tenemos en cuenta que para
ser miembro de la Gran Logia de Suecia es preciso ser cristiano. En 1966 los
Obispos católicos suecos determinaron que cada Obispo podía decidir si una u
otra Logia era compatible con la pertenencia a la Iglesia Católica Romana. Esto
también sucedió en Inglaterra y Gales, y la Conferencia Episcopal
francesa sostuvo discusiones con el Gran Maestro de Italia acerca de la
compatibilidad de la Masonería y el catolicismo.
Esto
llevó a un punto muy significativo en las relaciones entre católicos y masones.
En marzo de 1969, una comisión compuesta por tres católicos y nueve masones
plantearon en Innsbruck sus preocupaciones mutuas, reunión que tuvo lugar con
la presencia del Secretario para No Creyentes de la Congregación para la
Doctrina de la Fe. Este comité emitió en 1970 la Declaración Lichtenau, que
establecía que, de forma contraria a la postura oficial de la Iglesia, los
Masones no era una amenaza para ella. El documento recomendaba igualmente que
las penas canónicas fuesen abolidas, y recomendando un mayor diálogo entre católicos
y masones.
Un
significativo párrafo de la Declaración Lichtenau reza:
Somos de la opinión que las bulas papales referidas a los Masones únicamente tienen ya interés histórico, no siendo relevantes hoy en día. Somos de la misma opinión en lo referente a las penas eclesiásticas dado que, a la luz de lo que ha sido expresado, no pueden ser justificadas por una Iglesia que sigue el mandamiento de Dios de enseñar el amor fraternal.
JOHN KROL
Cardenal John Krol (1910 - 1996) |
John Krol había sido profesor de Derecho Canónico en el seminario, y ofrecía una doble faceta. En lo concerniente a la doctrina de la Iglesia era un auténtico purista, al punto de que se oponía a muchos de los cambios introducidos por el Concilio Vaticano II, entre otros a las nuevas normas que suavizaban el matrimonio eclesial entre católicos y no católicos y la modernización del gobierno interno de la Iglesia. En lo social, sin embargo, era mucho más avanzado. Era firme defensor de los programas humanitarios, de las clases más desfavorecidas que vivían en los suburbios, y era un pacifista declarado. Se oponía radicalmente al aborto y a la carrera armamentística. John Krol jugó un papel clave en el asunto de la Masonería porque desde 1971 a 1974 presidió la Conferencia Episcopal de Estados Unidos.
Krol era hijo de inmigrantes polacos, y fue creado Cardenal en el mismo Consistorio en el que Karol Wojtyla fue elevado a la condición de Arzobispo de Cracovia. Tanto uno como otro fueron Cardenales electores en el Cónclave en que Wojtyla fue elegido Papa, y Juan Pablo II lo tuvo como uno de sus más íntimos confidentes.
John Krol era perfectamente consciente de que numerosos fieles católicos estadounidenses eran masones. En Europa o en algunos países hispanoamericanos podía haber una Masonería que fuese activamente hostil a la Iglesia, como es el caso de Méjico. Pero esto no era el caso de Estados Unidos, donde se practica el modelo de Masonería yorkino, y Krol no veía ese tipo de Masonería necesariamente incompatible con el catolicismo.
En 1974, John Krol escribió una carta al entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el croata Franjo Seper, en la que exponía la situación. Muchos de sus feligreses afirmaban abiertamente que no había incompatibilidad entre ser masón y católico. Era preciso tener una opinión oficial a la que poder atenerse. Y por primera vez la respuesta del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe afirmaba nítidamente que la consideración mala o indiferente de ser Masón dependía del modelo de Masonería practicado:
La Santa Congregación para la Doctrina de la Fe establece que el canon 2335 ya no impide a los católicos ser miembros de asociaciones masónicas, siendo que un católico que se una a la Masonería queda únicamente excomulgado si la política y acciones de la Masonería en su área resultasen hostiles hacia la Iglesia.Franjo Seper
Franjo Seper |
Recorte de prensa del Catholic Transcript (periódico del arzobispado de Hartford), del 27 de septiembre de 1974. |
LA CONFERENCIA EPISCOPAL ALEMANA SE REÚNE CON LOS MASONES
La declaración de Franjo Seper provocó que muchos católicos, mayoritariamente del entorno anglosajón, ingresasen en Logias masónicas, de modo que Pablo VI promovió que se analizase la cuestión de la Masonería con detalle con el fin de ofrecer un pronunciamiento definitivo sobre el tema. Los contactos con la Masonería y el estudio sobre la misma fueron encomendados a la Conferencia Episcopal de Alemania.
Sede de la Gran Logia de Berlín (Vereignigten Grosslogen von Deutschland) |
Entre 1974 y 1980 se mantuvieron numerosas reuniones con miembros designados por las Grandes Logias Unidas de Alemania (Vereinigten Grosslogen von Deutschland). La conclusión final a la que llegó la Conferencia Episcopal Alemana era que catolicismo y Masonería eran incompatibles por las siguientes razones:
1) La Masonería reconoce distintas verdades reveladas, mientras que para el católico únicamente puede ser considerada como tal la doctrina cristiana.
2) La noción de relatividad de la Verdad, que para el católico debe ser objetiva.
3) El concepto de religión de la Masonería consiste en una unificación de las distintas creencias que buscan lo absoluto, considerando a la doctrina cristiana como una más del conjunto.
4) La noción deísta del G.A.D.U., pues el cristianismo necesita de la creencia en un Dios personal.
5) El concepto deísta del G.A.D.U., que excluye la posibilidad de que Dios se revele a Sí Mismo.
6) La Masonería promueve la tolerancia con la distintas ideas y credos, lo que no es compatible con el concepto de verdad objetiva.
7) Los rituales masónicos tienen carácter sacramental, lo que indica que el Candidato experimenta una transformación real.
8) La Masonería ofrece un método de perfección que excluye a Cristo.
Hago un inciso para considerar los puntos 7 y 8, porque por primera vez la doctrina eclesial hace referencia a la existencia de la Iniciación al referirse a la Masonería.
9) La Masonería exige una lealtad que pone en peligro la auténtica observancia de los principios católicos.
10) Existen Logias de ateos y creyentes, pero incluso las que son de creyentes procuran adaptar los principios cristianos al molde creado por la Masonería, lo que es inaceptable.
11) Incluso las Logias filocatólicas promulgan unas verdades que no son compatibles con la doctrina católica.
12) Protestantismo.
Muchos obispos han interrogado a esta Congregación sobre la obligación y el sentido del Canon 2335 del Código de Derecho Canónico que prohíbe a los católicos, bajo pena de excomunión, formar parte de la Francmasonería o de otras asociaciones del mismo género.
Durante el largo examen que se ha hecho sobre esta cuestión, la Santa Sede ha consultado frecuentemente con las Conferencias Episcopales particularmente interesadas por este problema a fin de conocer mejor la naturaleza y la actividad de estas asociaciones, así como la opinión de los obispos.
Sin embargo, la gran diferencia de respuestas que reflejan las diversas situaciones de cada país, no ha permitido a la Santa Sede cambiar la legislación general hasta ahora en vigor (excomunión). Esto permanece, pues, vigente hasta que sea publicado por la comisión competente el nuevo Código de Derecho Canónico.
Franjo Seper
JOSEPH RATZINGER
Joseph Ratzinger con Jürgen Habermas, el día que participaron en el debate sobre Dialéctica de la Secularización, el 19 de enero de 2004, en la Televisión de Baviera. |
A pesar del comunicado de Franjo Seper, la curia tenía claro que la Masonería quedaría excluida del Código de Derecho Canónico. Ese mismo año, en 1981, la Comisión Preparatoria del nuevo Código de Derecho Canónico había votado este tema, y de los 59 componentes de la Congregación Plenaria únicamente 13 habían votado a favor de las tesis condenatorias alemanas. Entre los que se habían manifestado más nítidamente a favor de la Masonería se encontraba el Cardenal austríaco Franz Köning, Arzobispo de Viena, el cual se había negado a firmar las conclusiones de la Conferencia Episcopal de Alemania.
A finales de 1981 falleció Franjo Seper, y Joseph Ratzinger fue nombrado nuevo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. A comienzos de 1982, John Krol aprovechó una visita a Roma para tratar el tema de la Masonería con él, pues Krol consideraba que el tema de la Masonería se había cerrado en falso. En esta visita le acompañaría el Arzobispo de Estocolmo, el estadounidense John Taylor, el cual se encontraba con un problema semejante (como hemos dicho, la Gran Logia de Suecia exige a sus miembros ser cristianos para ser admitidos como miembros).
En su reunión con Krol y Taylor, Ratzinger les expresó que su mayor preocupación acerca de la relajación de las normas respecto a la Masonería era la posibilidad de dar pie a sincretismos. Si hay algo que la Iglesia mima es su ritual, con el que no tolera alegrías creativas, al punto que la alteración voluntaria del ritual es causa de excomunión. Y evidentemente Ratzinger no tenía interés ninguno en que los Masones pensasen que podía celebrar ceremonias sincréticas, por no hablar de misas en la que creyesen que podían introducir modificaciones rituales. Al final de la reunión estaba claro que la Masonería desaparecería del Derecho Canónico, pero el Prefecto les dejó a Krol y Taylor una consigna nítida: nada de sincretismos.
A finales de 1981 falleció Franjo Seper, y Joseph Ratzinger fue nombrado nuevo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. A comienzos de 1982, John Krol aprovechó una visita a Roma para tratar el tema de la Masonería con él, pues Krol consideraba que el tema de la Masonería se había cerrado en falso. En esta visita le acompañaría el Arzobispo de Estocolmo, el estadounidense John Taylor, el cual se encontraba con un problema semejante (como hemos dicho, la Gran Logia de Suecia exige a sus miembros ser cristianos para ser admitidos como miembros).
En su reunión con Krol y Taylor, Ratzinger les expresó que su mayor preocupación acerca de la relajación de las normas respecto a la Masonería era la posibilidad de dar pie a sincretismos. Si hay algo que la Iglesia mima es su ritual, con el que no tolera alegrías creativas, al punto que la alteración voluntaria del ritual es causa de excomunión. Y evidentemente Ratzinger no tenía interés ninguno en que los Masones pensasen que podía celebrar ceremonias sincréticas, por no hablar de misas en la que creyesen que podían introducir modificaciones rituales. Al final de la reunión estaba claro que la Masonería desaparecería del Derecho Canónico, pero el Prefecto les dejó a Krol y Taylor una consigna nítida: nada de sincretismos.
Cuando el 25 de enero de 1983 se publicó el nuevo Código de Derecho Canónico, la Masonería había desaparecido por completo de los cánones.
No existe documentación que nos permita conocer la intrahistoria de lo que aconteció a partir de este momento, pero la reacción que hubo desde dentro de la propia Iglesia acabó con ese caminar por el filo de la cuchilla de la indefinición respecto a la Masonería. El 23 de noviembre del mismo año 1983, Joseph Ratzinger firmaba la Declaratio de associationibus massonicis emitida por la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la que establecía las siguientes afirmaciones:
1) La posición de la Iglesia en lo concerniente a los Francmasones no ha cambiado.
2) La pertenencia de los católicos a las Logias masónicas sigue estando prohibida, dado que los principios masónicos con todavía contrarios a las enseñanzas de la Iglesia.
3) Los católicos que pertenezcan a asociaciones masónicas están en pecado grave, no pudiendo recibir la Comunión.
4) La razón por la que el nuevo Código no hacía mención expresa a los Masones es únicamente debido a los principios que han guiado la revisión de los cánones.
5) Los ordinarios locales (Obispos) no gozan de la prerrogativa de determinar qué Logias masónicas operan contra los intereses de la Iglesia y cuáles son neutrales o incluso favorables a sus intereses.
LA HISTORIA TERMINA EN ESTADOS UNIDOS
La última declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe seguía sin convencer a la Conferencia Nacional de Obispos de Estados Unidos. Pero en vez de protestar contra ella, encargó su propio estudio acerca de la compatibilidad entre catolicismo y Masonería a su Comité de Prácticas e Investigación Pastoral. Sin embargo, el comité llegó a unas conclusiones muy similares a las que había llegado la Conferencia Episcopal de Alemania, estableciendo que
Y con esto se dejó estar el tema.incluso aunque haya organizaciones masónicas concretas que no conspiren contra la fe, seguiría siendo un error integrarse en ellas, dado que sus principios básicos son irreconciliables con los de la fe católica.
La primera anécdota que pone el colofón a esta historia la protagonizó en el año 2000 Thomas Anslow, Vicario Judicial de la Archidiócesis de Los Ángeles. El Secretario Ejecutivo de la Oficina de Servicios Masónicos de Los Ángeles le escribió preguntándole si un católico podía, según la Iglesia, entrar en una Logia masónica. El Vicario le respondió: "al menos en lo referente a católicos estadounidenses, la respuesta es probablemente que sí". Año y medio más tarde hubo de retractarse públicamente, afirmando que su "análisis había sido erróneo".
La segunda anécdota la protagonizó el sacerdote de 85 años Rosario Francesco Esposito, que declaró ser Masón pese a que en el pasado la Iglesia le había encargado que enseñase la doctrina de la Iglesia respecto a la Masonería.
Rosario Francesco Esposito
Misa de Acción de Gracias tras la Instalación del Gran Maestro de Ghana, celebrada por el Obispo anglicano de Accra, el 11 de Mayo de 2013. |