Rubén Baidez Legidos |
En esta entrada del blog quiero ceder la palabra a un buen amigo mío, graduando en Teología en la Universidad Pontificia de Comillas (y protestante): Rubén Baidez Legidos. Empiezo a convencerme sinceramente de que uno de los problemas que los españoles tenemos para dar a la Masonería su verdadero significado radica en el desconocimiento total que el masón español, de formación por lo general católica, tiene del Antiguo Testamento. No voy a entrar a juzgar las razones por las que las Iglesia Católica (que es mi Iglesia, y razones cuya lógica comprendo) prefiere que la Biblia sea tamizada a los feligreses desde el púlpito. Pero, en el caso de los masones, esto nos deja en franca desventaja con respecto a los protestantes, ya que formamos parte de una orden cuyo simbolismo es fundamentalmente veterotestamentario, al tiempo que no tenemos hábito exegético ninguno.
Pensaba presentar esta conversación en torno al Tercer Grado como algo fortuito. Pero la verdad es que surgió en el Cementerio Nuevo de Benidorm. Rubén y yo habíamos acudido a rendir un último saludo a un amigo común, y se ve que las circunstancias y el lugar hicieron surgir el tema del grado de Maestro Masón. Como masón que soy tengo mi idea clara acerca de lo que se representa en el Tercer Grado, pero me sorprendió mucho escuchar una explicación simbólica tan coherente por parte de alguien que conoce en profundidad el Antiguo Testamento y está familiarizado con la mentalidad y los usos hebreos. Le pedí que me lo enviase por escrito para incluirlo en el blog, y aquí está. Espero que lo encontréis tan interesante como lo encontré yo.
Alberto Moreno
Alberto Moreno
UNA INTERPRETACIÓN HEBREA DEL TERCER GRADO
La tradición en las iniciaciones mistérica nos deja un presupuesto teológico muy claro y definido, según el cual el ánima con el que nuestro cuerpo se ve “animado” tiene una existencia pre-terrenal y en cierto modo supraterrena. Esta idea la vemos recogida y muy bien expresada como paradigma de esta creencia en la filosofía del mismísimo Platón en obras tales como el Fedón[1], diálogo en el que se relata las últimas horas de Sócrates en la tierra, sus últimas palabras y conversaciones con alguno de sus amigos o en otras como el Menón.
Platón |
La idea fundamental de la que parte Sócrates, Platón
e incluso los pitagóricos es la misma que encontramos en la concepción
religiosa del momento. El alma es concebida como algo distinto al cuerpo (dando
lugar así al dualismo entre cuerpo (sôma) y principio vital llamado: alma
(psique)). El alma tendría una existencia pre-terrenal y en cierto sentido
pertenece al orden de las cosas eternas, mientras que por otro lado, el cuerpo
atado a la materialidad es perecedera y cambiante. Es así pues, como el cuerpo
se transforma en la tumba, prisión o simple vehículo de nuestro ente espiritual
y eterno.
Pero ¿Cómo llega el alma al cuerpo? Según la tradición,
el alma de forma accidental o más bien por cierto “pecado original” se ve
abocada a la pérdida del paraíso metafísico en el que se encuentra de dicha
plena, para verse precipitada a esta cárcel inerte y oscura de materialidad. El
alma en este proceso de “encarnación” olvida su auténtica identidad espiritual
y su existencia pre-terrenal[2]. Teniendo en
cuenta esto, el método mayéutico usado por Sócrates
adquiere un mayor sentido que el de simplemente dar a luz ideas. Sócrates lo
que hacía era ayudar a la propia alma de dialogante con el que tenía lugar a
recordar (proceso de reminiscencia) aquello que ya sabía pero que olvidó en
este proceso de encarnación. Pues el alma conocía perfectamente todas las
cosas. Debemos recordar aquí la teoría de las ideas, que no deja de ser también
una referencia a un alma que saliendo en cierto modo del cuerpo se encuentra
con la luz del bien que le permite conocer de forma correcta todo lo que hay.
Estas ideas aunque en la actualidad puedan
parecernos extraños para la Atenas de aquel tiempo no lo eran. Estos
presupuestos eran habituales en los ritos de iniciación anuales al culto a las
diosas Deméter y Perséfone que se
celebraban en Eleusis[3] (cerca de
Atenas), en la antigua Grecia o en los ritos órficos o en las bacanales
dedicadas al dios Baco.
Ruinas de Eleusis |
Estos ritos usaban un método de docencia muy
característico basado en explicaciones mitológicas, que pretendían dar sentido
y respuestas a inquietudes propias de la existencia humana, como por ejemplo:
de dónde venimos, hacía dónde vamos y cuál es el sentido de estar en esta
vida.
Así mismo lo expresó Pindaro, iniciado en los misterios de
Eleusis:
“Bendito es
aquel que, habiendo visto estos ritos,
toma el camino
bajo la tierra.
Conoce el
final de la vida,
así como su divino
comienzo.”[4]
O incluso el propio Cicerón:
“No solo hemos
encontrado ahí la razón para vivir
más alegremente
sino también que podemos
morir con mayor esperanza.”[5]
Según nos dice Hoffman: “Los iniciados a menudo
experimentaban en visiones la congruencia del principio y el final, de la vida
y la muerte, la totalidad y el eterno campo generativo del ser. Tuvo que haber
sido un encuentro con lo inefable, un encuentro con lo divino, y solo podía ser descrito
con metáforas. Es
sorprendente que la experiencia eleusina es descrita una y otra vez en antítesis:
oscuridad y luz, terror y beatitud. Esta ambivalencia también es evidente
en otras descripciones como la de Aelius Aristides,
que dijo que Eleusis era:
La más
acongojante e iluminadora de todas las
divinas cosas
que existen entre los hombres.”[6]
En los ritos órficos el mito es otro pero la idea
subyacente es la misma. Se habla de un alma proveniente de los dioses y un
cuerpo material corrupto. En la iniciación al candidato se le revelaba una
leyenda simbólica que encerraba toda la “gnosis” esotérica del misterio, el
cual se daban afirmaba esa eternidad del alma que proviene desde otra dimensión
a la sensitiva y una clara esperanza con la cual el ser humano no se queda en
esta, sino que puede encontrar el camino de regreso a casa. Incluso esta idea
se encuentra en rituales masónicos como el rectificado, en el cual en el primer
grado se le presenta esa columna rota que teniendo su base en tierra, perdió la
conexión con el cielo y es tarea del obrero masón de reconstruirla.
El iniciado órfico tras conocer la verdadera
naturaleza de su ser, se da a un proceso de purificación largo que se realiza tras varias
transmigraciones del alma o metempsicosis.
La finalidad de esta purificación es la de ser capaz
de dominar sus pasiones e instintos para que una vez se haya fallecido el alma
que se dirige al Hades encontrándose sedienta
sea capaz de contenerse ante la primera fuente de agua que encontrará denominada
“Olvido”. En ella beben casi todos los seres humanos que no aprendieron a
dominar sus pasiones, deseos y no fueron lo suficientemente instruidos (es
decir los no iniciados). Precisamente
esta agua es la que les hace olvidar su “vida” y “experiencia vital”, y
el hecho de no recordar es lo que les hará de nuevo volver a esta tierra. Por
otro lado, los “verdaderos iniciados” poseyendo el verdadero conocimiento en
materia de estas cuestiones metafísicas y teniendo el sumo control de su yo, es
capaz de continuar su camino, tras el cual encontrará una segunda fuente
llamada “Memoria” en la cual podrá apaciguar su sed. Esta agua tiene la
capacidad de dotar al que la bebe de sellar en sí eternamente el recuerdo de su
vida. Prosiguiendo por este sendero, el siguiente encuentro será con un dios.
Aquellos no instruidos lo suficiente y que bebieron del agua “olvido” serán
condenados de nuevo a la reencarnación o
bien con la metempsicosis, en cambio aquellos que alcanzaron
el nivel óptimo de catarsis y fue capaces de liberarse de los vicios propios de
la carnalidad, renunciando a la primera fuente y apaciguando su sed en el agua
de la “memoria” responderán:
“Yo soy un ser inmortal como tú, pues soy hijo de
los dioses”.
Tras esto saludaban al dios de una determinada forma y manera que les hacía reconocibles a los dioses. Estos toques y saludos, les eran enseñados a los iniciados en los propios rituales.
Con esta idea como base de la concepción teológico religiosa de Grecia, la lectura que podemos hacer de la inscripción del frontispicio del Templo de Apolo en Delfos ΓΝΩΘΙ ΣΑΥΤΟΝ (Conócete a ti mismo), adquiere una dimensión aún mayor que la que desde la modernidad podría otorgársele. “El conocerse a ti mismo” no es tan sólo el auto descubrimiento o reconocimiento de uno mismo. De su cuerpo, de sus defectos, su carácter, etc., sino que en el mundo clásico tiene que ver con ese descubrimiento de eternidad con el que el hombre es habitado. Es decir, tú no eres tu cuerpo o aquello que alcanzan tus sentidos a percibir, hay una realidad metafísica que es más verdadera que la que puedes percibir a simple vista. Tu alma proviene del mismo lugar de los dioses y tu hábitat natural no es este mundo por el cual peregrinas.
En masonería, el viejo adagio de “Conócete a ti
mismo” será un tema
transversal de todo el primer grado. Como bien apunta Javier Otaola en su libro
Ser aprendiz, aprender a ser la primera
pregunta a la que se enfrenta el candidato en el umbral de la puerta de la
logia es: ¿Quién va?[7]. Esta cuestión
apunta ya hacía una reflexión que tendrá que hacer el candidato a raíz de este primer
grado y es precisamente dar respuesta a quién es.
Esta reflexión no queda en este ejemplo como caso
aislado, sino que este hecho se reitera de nuevo en la ceremonia de iniciación
del candidato, en otro momento del ritual cuando el Venerable insta al
candidato a buscar enemigos entre los miembros de la Orden, momento seguido
sucede que el Venerable Maestro expresa: «No es siempre
delante de uno que se encuentran los enemigos. Los más terribles,
muchas veces, están detrás. ¡Volveos!». Momento en el
cual el recién iniciado empieza a comprender que él es su peor enemigo y que la
única vía que se le ha concedido para alcanzar la verdadera libertad es la que
parte desde el conocimiento de uno mismo. O bien porque el hombre es un ser
bueno por naturaleza pero corrompido por la sociedad como afirmaba Jean-Jacques
Rousseau o bien porque su naturaleza es mala como entendió Hobbes,
la única vía de salir de ello es por medio del conocimiento y educación. Por
supuesto, el conocimiento parte del nosce te ipsum.
La masonería, al contrario que en los cultos mistéricos
que si configuraban un corpus de creencias y
conocimientos esotéricos de soteriología, no tiene un compendio doctrinal
que creer, pero esto no quiere decir que no la celebración ritual no tenga
presupuestos teológicos desde los cuales se idearon o configuraron dichos
rituales. En el primer grado, la ceremonia de iniciación insta desde el
principio al neófito a indagar tras “piedra” material de nuestro propio cuerpo
sensible hasta llegar a conocer esa realidad metafísica que nos es propia y nos
compone que va más allá de lo puramente sensitivo[8]. Esto quiere
manifestar y declarar desde un comienzo que la masonería postula la creencia de
un alma trascendente y no queda atrapada en postulados materialistas. Esto es
altamente evidente cuando en la propia ceremonia lo primero que se hace es tener
que afrontar la prueba de la tierra, no habiendo mejor metáfora para referirnos
a lo que aquella cámara de reflexión simboliza: la propia tumba del
recipiendario. Allí pacientemente queda a la espera de que le guíen en este
proceso ceremonial, elaborando un testamento con ideas que serán pasadas por el
fuego, haciéndole evidente que hasta sus propios pensamientos han pasado a
mejor vida. El hermano terrible o experto pasa a buscarlo y lo presenta ante el
trono de Salomón el cual le somete a un Juicio con interrogatorios de índole moral, para posteriormente pasar por los
elementos purificadores que le permitirán
alcanzar la verdadera luz.
Esta dramatización está representando de forma fehaciente ideas de ultratumba cristianas en las cuales el que ha fallecido, queda a la espera de ser trasladado por los ángeles (figura del hermano terrible o mistagogo en los misterios antiguos), los cuales guiando al alma ante el trono de Dios esta es sometido al conocido como Juicio final, donde todos seremos juzgados. En este tribunal se determinará la salvación, purificación o condenación del sujeto. Precisamente como símbolo de que lo que se esta representando en este momento no tiene que ver con el cuerpo propiamente dicho, sino con el alma humana el candidato lleva un cordón alrededor del cuello reflejando fielmente la idea del cordón de plata del que se habla en los viajes astrales (cordón usado por el alma para saber volver sobre el cuerpo). Precisamente el detalle más interesante es que en este momento ese cordón ya está roto, pues viene sostenido de la mano del propio postulante a la iniciación. Esta alma tras ser sometido al Juicio de aquel que ocupa el Venerable trono, pasa por diferentes purificaciones antes de poder recibir la luz, que no es otra cosa que la representación de la visión beatífica de los místicos. ¿Pero por qué elementos el alma es purifica? Con los tres bautismos que se enuncian en Mateo 3: 11-12, el bautismo de agua (bien conocidos por todos), el del aire que es el del Espíritu[9] y el bautismo de fuego (este será el acto inaugural de la eternidad).
Levantando el Maestro, por Il Guercino (c. 1650) |
Esta dramatización está representando de forma fehaciente ideas de ultratumba cristianas en las cuales el que ha fallecido, queda a la espera de ser trasladado por los ángeles (figura del hermano terrible o mistagogo en los misterios antiguos), los cuales guiando al alma ante el trono de Dios esta es sometido al conocido como Juicio final, donde todos seremos juzgados. En este tribunal se determinará la salvación, purificación o condenación del sujeto. Precisamente como símbolo de que lo que se esta representando en este momento no tiene que ver con el cuerpo propiamente dicho, sino con el alma humana el candidato lleva un cordón alrededor del cuello reflejando fielmente la idea del cordón de plata del que se habla en los viajes astrales (cordón usado por el alma para saber volver sobre el cuerpo). Precisamente el detalle más interesante es que en este momento ese cordón ya está roto, pues viene sostenido de la mano del propio postulante a la iniciación. Esta alma tras ser sometido al Juicio de aquel que ocupa el Venerable trono, pasa por diferentes purificaciones antes de poder recibir la luz, que no es otra cosa que la representación de la visión beatífica de los místicos. ¿Pero por qué elementos el alma es purifica? Con los tres bautismos que se enuncian en Mateo 3: 11-12, el bautismo de agua (bien conocidos por todos), el del aire que es el del Espíritu[9] y el bautismo de fuego (este será el acto inaugural de la eternidad).
En este sentido, el primer grado sigue un postulado
teológico-religioso en el que el alma actúa de manera independiente al cuerpo.
Esta idea sigue la tradición que hemos venido hablando desde el principio. Un
alma que no necesita de un cuerpo para subsistir y que tiene vida por su propia
naturaleza. En cambio, la idea judía veterotestamentaria sobre este asunto es
completamente opuesta a lo hasta aquí expuesto. Según la concepción judía de la
muerte en el antiguo testamento y que pasará a muchos cristianos del nuevo, el
alma no es independiente del cuerpo, sino un fenómeno unido al mismo. Pero
analicemos dicho postulado detenidamente.
Como bien es sabido para los judíos Dios creó el
mundo desde la nada (es decir ex nihilo).
Incluso los cabalistas afirman que la Torah comienza
con la segunda letra del Alefato hebreo que es la Bet (ב). Con ello el autor hebreo pretende expresar que no es la
creación no es el principio de todo, sino que a bet le precede alef (א, letra que representa a Dios mismo). Dios creador de todo, hace
el mundo y crea al ser humano, desde la materialidad del barro y el aliento de
vida de Dios (su ruaj) creando así un alma
viviente. Es decir, para un judío no existe el dualismo alma/cuerpo como en el
mundo heleno, es todo una unidad. Por esta razón, los judíos no conceptualizan
un alma separada del cuerpo y una vez el cuerpo muere el alma queda en un
estado de no conciencia que requiere de la resurrección y un nuevo cuerpo. En
Eclesiastés podemos leer por ejemplo:
Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos
no saben nada, ni tienen ya ninguna recompensa, porque su memoria está olvidada.
Incluso para el cristianismo primitivo la idea de
resurrección es fundamental, como expresa el apóstol Pablo en 1 de Corintios
15: 13-14:
Porque
si no hay resurrección de muertos, Cristo tampoco resucitó: Y si Cristo no
resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.
La idea de resurrección no es compatible con la
creencia de un alma con vida propia, pues ¿Para
qué va a resucitar algo que es eterno y tiene vida por sí misma?
Mientras para que para un griego el alma era eterna
para un judío el alma se configuraba junto al cuerpo (por eso a Jeremías, Dios
le dice en el vientre de tu madre te formé) y son realidades inseparables.
Esta idea judía se ve claramente representada en el
tercer grado del ritual masónico. Cuando Hiram Abiff muere, alrededor de su ataúd
se genera una serie de movimientos que representan el movimiento de los astros.
El movimiento de los astros no es otra cosa que el tiempo transcurrir. Bien es
sabido que del movimiento del sol, transcurre el día y la noche. Alrededor del
féretro el mundo sigue su curso. El muerto sigue muerto y nada puede hacer por
sí mismo. Está esperando, ¿pero qué espera? Si en el primer grado se
identificaba al candidato con el alma, en este tercer grado se identifica
plenamente con el cuerpo. Pues bien, el cuerpo no puede levantarse a sí mismo y
necesita de un ser extra nos para volver a la
vida. Curiosamente es por medio de la simbología del Venerable Maestro y con el
toque de maestro que puede volver a la vida. Pero ¿qué tipo de vida es? Es una
vida espiritual como nos deja claro el ritual al proclamar: ¡Es nuestro hermano
Hiram más reluciente que nunca! Por supuesto está haciendo referencia a la
resurrección del cuerpo en otra dimensión. En esta ocasión no tiene cordón. No
es un alma. Es un nuevo cuerpo. Esta idea se aleja de las concepciones mistéricas
de Grecia que hemos venido hablando y se adhiere a la conceptualización judía
de resurrección del cuerpo. Incluso en los protestantes de tradición más anabaptistas,
que utilizan el bautismo no como ceremonia de iniciación sino como de pase, el
tercer grado les será muy familiar en muchas cosas. Pues el catecúmeno que va a
recibir el bautismo, entra en el agua sumergiéndole y el pastor le levanta a
una nueva vida con Cristo.
Esta idea se refleja muy bien en la historia de
resurrección del propio Lázaro, cuando yaciendo muerto ya tres días y haciendo
olor a putrefacto, el Maestro Jesús le devuelve a la vida por medio de su
palabra. Recordemos que la palabra de Dios es creadora de vida y de todo lo que
hay.
Hiram Abiff, representado por el hermano masón que recibe en nuevo grado, necesita del toque del maestro para resucitar y tornar a la vida. Esa capacidad de regresar a la vida no la tiene por sí mismo y no su alma espera “durmiente” ante la llegada del Maestro que le levante de su condición de muerto. Es decir el postulado teológico-espiritual de este grado es contrario al presentado en el primero. Pues mientras en el primero se nos insta a conocernos como eternos, a descubrir esa eternidad que nos habita y que nos dota de ese estado intermedio que bien señaló Platón que nos convierte en seres “terrestiales”, el tercer grado se basa en una concepción judía del asunto en la que el alma no se separa del cuerpo y necesita de un maestro que le devuelva a la vida. Esta idea de resurrección del cuerpo no es única del judaísmo, sino que en otras como las religiones de cananeas o la egipcia (por ello lo de embalsamar o momificar el cuerpo) se encuentran. Incluso en el culto mistérico de Osiris. Por ello podemos afirmar que los mitos y símbolos que se le presentan al candidato de cada grado parten de postulados bien distintos e incluso contrarios de conceptualización, pero que coinciden en una cosa, en una realidad más allá de la existencia terrena dotando al masón también al más puro estilo de los cultos mistéricos de una cierta esperanza en el más allá de la vida material. El mismo Mozart cayó en la cuenta de ello y en la carta que va dirigida a su Padre después de que este se iniciará en la Orden, en la que su hijo expresa sus sentimientos de serenidad y superación del terror a la muerte que sufría tras pasar por su tercer grado.[10]
La resurrección de Lázaro, por José de Ribera (Museo del Prado) |
Hiram Abiff, representado por el hermano masón que recibe en nuevo grado, necesita del toque del maestro para resucitar y tornar a la vida. Esa capacidad de regresar a la vida no la tiene por sí mismo y no su alma espera “durmiente” ante la llegada del Maestro que le levante de su condición de muerto. Es decir el postulado teológico-espiritual de este grado es contrario al presentado en el primero. Pues mientras en el primero se nos insta a conocernos como eternos, a descubrir esa eternidad que nos habita y que nos dota de ese estado intermedio que bien señaló Platón que nos convierte en seres “terrestiales”, el tercer grado se basa en una concepción judía del asunto en la que el alma no se separa del cuerpo y necesita de un maestro que le devuelva a la vida. Esta idea de resurrección del cuerpo no es única del judaísmo, sino que en otras como las religiones de cananeas o la egipcia (por ello lo de embalsamar o momificar el cuerpo) se encuentran. Incluso en el culto mistérico de Osiris. Por ello podemos afirmar que los mitos y símbolos que se le presentan al candidato de cada grado parten de postulados bien distintos e incluso contrarios de conceptualización, pero que coinciden en una cosa, en una realidad más allá de la existencia terrena dotando al masón también al más puro estilo de los cultos mistéricos de una cierta esperanza en el más allá de la vida material. El mismo Mozart cayó en la cuenta de ello y en la carta que va dirigida a su Padre después de que este se iniciará en la Orden, en la que su hijo expresa sus sentimientos de serenidad y superación del terror a la muerte que sufría tras pasar por su tercer grado.[10]
[1] Obra que el autor Walter Leslie
Wilmshurst nos refiere como obra eminentemente iniciática
[2] Hoy en día religiones con la de Los
Santos de los Últimos días también afirman algo parecido.
[3] De todos los
ritos celebrados en la antigüedad, estos
eran considerados los de mayor importancia.
[4] Hofman, A. El
mensaje de los Misterios Eleusinos para el mundo de hoy. Disponible
en: http://www.onirogenia.com/lecturas/el-mensaje-de-los-misterios-eleusinos-para-el-mundo-de-hoy/
[5] Op. Cit.
[6] Op. Cit.
[7] Otaola, J. Ser
aprendiz, aprender a ser. Ed. masónica.es. Serie Roja. Ed. Abril, 2016.
Publicada en Oviedo. Pág. 69.
[8] V.I.T.R.I.O.L.
[9] Espíritu en griego pneuma y en
Hebreo ruaj tiene en ambos la connotación de aire.
[10] Otaola, J. La
Logia y la Ley del deseo. Ed. Atanor. Marzo de 2011. España. Pág.
54.