EL SALARIO MASÓNICO




Medio shekel de plata acuñado en 68 d.C.

Los obreros empleados en la construcción del Templo del Rey Salomón recibían su salario en el pórtico del Templo en la sexta hora del sexto día, es decir, en el Mediodía del Viernes. A los constructores del Templo se les pagaba un salario en triple especie: aceite, grano y vino.  

Sin embargo, el ritual de la Marca va más allá y afirma que había dos tipos de obreros. Por una parte había unos más jóvenes e inexpertos, que todavía no se habían hecho acreedores a su propia marca, y a los que se pagaba en grano, vino y aceite; y otros que sí tenían su propia Marca, y a los que se pagaba en metales, concretamente medio shekel de plata. Aunque hoy en día los dos Grados de la Marca se confieren a Maestros Masones en la misma ceremonia, originalmente no era así. En el momento de crearse las ceremonias de la Marca, los Compañeros eran avanzados al Grado de Masón de Marca, otorgándoseles la misma, y siendo pagados en grano, vino y aceite; mientras que los Maestros Masones eran avanzados a Maestros de Marca (siendo entonces cuando reconocían la función de la extraña Piedra Angular sin marca de cantero, pues no era de factura humana), y a estos se les pagaba en metales. Esto en sí puede parecer una contradicción: si se está en un grado de desarrollo iniciático superior, ¿cómo es que aparecen los metales de los que tan necesario es desprenderse? No obstante, sí tiene sentido, y por ello está en consonancia con la Palabra de Paso a Tercer Grado, Tubalcaín, término que significa posesiones mundanas y era el nombre del primer artífice en metales.

A pesar de que, como dice el ritual de Emulación, es la esperanza del salario lo que endulza el trabajo, el momento de recibir el salario no aparece realmente como un momento gozoso. De hecho, aparece como un momento de incertidumbre y un tanto oscuro:

VM               ¿Cómo lo recibían?
Cand.            Sin escrúpulos ni desconfianza.
VM               ¿Por qué de esta peculiar manera?
Cand.        Sin escrúpulos, al saber que tenían derecho a ello, y sin (diffidence, en el original inglés), por la convicción que tenían de la integridad de sus empleadores en aquella época.
Es muy ilustrativo que el ritual emplee la palabra diffidence, pues nos indica que el obrero va a recibir su salario de manera temerosa, como el que es llamado ante su jefe para llevarse una buena reprimenda, sabedor de que ha hecho algo mal. Es decir, recibir el salario es, en masonería, una experiencia desagradable.

Tal y como dice Walter Leslie Wilmshurst en La Iniciación Masónica:
Grano, vino y aceite son elementos indispensables para la Consagración de toda Logia Masónica, pues son el emblema del salario de los obreros. Los mandiles de los más altos Oficiales de la Orden ostentan espigas de trigo y ramas de olivo, pues se supone que son capaces de administrar el pan, el vino y el aceite a sus inferiores en la Orden. Según los rituales masónicos, el grano es símbolo de plenitud y abundancia, el vino de dicha y alegría, y el aceite es símbolo de paz y unanimidad; aunque el trigo es tradicionalmente símbolo del pueblo de Dios (en oposición a la cizaña), el vino es tradicionalmente símbolo de consagración sacerdotal y el aceite de sabiduría.

No obstante, en el camino de la Iniciación se reciben también salarios mucho menos agradables. Es muy común que aquel que comienza a caminar por el sendero de la Iniciación real se encuentre con muchas cosas inesperadas: pesar y remordimientos, pérdida de su círculo de amistades, enfermedad o adversidad material, por citar algunas. No se puede avanzar en el sendero de la Iniciación sin reajustar la constitución interior ni despojar el propio esquema mental de vainas emocionales y espirituales previas, y adentrarse en el sendero iniciático es cualquier cosa menos un experimento controlado, donde la misma naturaleza del Candidato es poco menos que sublimada en una realidad nueva. A todas estas adversidades y remordimientos es a lo que se refiere el ritual cuando dice que el obrero recibe su salario sin escrúpulos ni desconfianza, pues sabe que es acreedor a todo lo que conlleva, y tiene la certeza de que es lo que le corresponde, ni más, ni menos. Y por ello la palabra que define el paso al Grado de Maestro es Tubalcaín, pues en su trabajo le tocará ser su propio artífice de metales, pero en un grado que excede en mucho una mera invitación a desprenderse de ellos, y que se convertirá en su auténtico caballo de batalla.

La razón de ser de este salario se aprecia algo mejor cuando se lee la versión original del Ritual de Emulación, que sustituye la palabra "Empleadores" (que no deja de ser un neologismo impropio de los 1820s) por "Principales".

Cand. Sin escrúpulos, al saber que tenían derecho a ello, y sin desconfianza, por la convicción que tenían de la integridad de sus Principales en aquella época.


En el método de trabajo inglés de comienzo de los 1820s el Tercer Grado constaba de lo que hoy denominamos Grado de Maestro, más el Arco Real. De hecho, ambas ceremonias estaban concebidas inicialmente para llevar a cabo la primera, hacer un receso para cambiar el mobiliario, y acometer la segunda (hoy en día, en el sistema inglés -que es el que seguimos en España- el Arco Real no es un cuarto Grado, sino la compleción del Grado de Maestro). Es decir, la mención a los Principales, que son quienes asignan las tareas a los Candidatos que vienen de Babilonia, va ligada al Arco Real, y es durante el desarrollo de las labores encomendadas por los Principales cuando el Candidato encuentra la Palabra Sagrada. El hecho de que sean los Principales quienes pagan al Candidato pone al salario en función del objetivo último de purificación que exige el Arco Real.


Aros del Primer Vigilante de la Marca por donde
los Compañeros introducen su mano para cobrar
en función de su Grado.
Era también inevitable que un Grado como la Marca, cuya razón de ser es mostrar los riesgos y errores que acompañan al Iniciado durante su evolución, hiciese hincapié en este fenómeno. Al principio al Iniciado se le paga con grano, vino y aceite, y en cierto modo está exento de pesares, del mismo modo que no sabe muy bien qué es lo que busca, y por ello no reconoce la Piedra Angular. Pero el estado en que sí la reconoce va de la mano de un salario en metales, que en realidad son sus propios metales, y de otros sinsabores. A este estado espiritual la tradición cristiana lo ha denominado secularmente "Purgatorio" (aunque dista mucho de ser un invento cristiano). Forma parte de la economía dispuesta por el GADU que la sublimación de los metales, la purificación y el pesar sea un paso necesariamente previo a la visión del Paraíso y la recuperación del estado original celestial.