La verdadera historia del Réquiem de Mozart


Nota: la historia del Réquiem de Mozart no tiene que ver con la masonería. Bueno, si se quiere, tangencialmente, pues Mozart era masón; además, según diversas páginas webs, también lo era la persona que encargó y pagó el Réquiem; y sin duda era masón la persona que propuso que fuese Mozart quien compusiese tan magna obra. En cualquier caso, la historia del Réquiem no es una historia masónica. No obstante, dada la importancia de Wolfgang Amadeus Mozart para la cultura universal, así como la enorme popularidad de su Réquiem, me ha parecido oportuno dejar de manera permanente en el blog esta entrada en la que expongo de manera detallada los acontecimientos y circunstancias que rodearon la composición de esta obra inmortal.

Sobre el Réquiem de Mozart se han escrito innumerables libros, en los que los distintos autores desmenuzaban las cuestiones musicológicas y técnicas de una obra profundamente compleja, como son todas las obras del Mozart de madurez. El hecho de que el salzburgués dejase el Réquiem inconcluso convierte en objeto de análisis quién y cómo concluyó las distintas partes; pero esta cuestión queda en segundo plano cuando nos adentramos en la genialidad de la música mozartiana. El Mozart que escribió el Réquiem había creado ya con anterioridad óperas fundamentales como Le Nozze di Figaro, Così fan tutte o Don Giovanni (en la modesta opinión del que escribe estas líneas, la más sublime obra de ingeniería musical que jamás haya creado el género humano), amén de otra joya imperecedera como es Die Zauberflöte. El milagro mozartiano consiste en una bellísima y perfecta fusión entre música y teatro, de forma que partitura y acción ofrecen una unión tan íntima que nunca antes, ni nunca después, volverá a encontrarse. La partitura de una ópera mozartiana ofrece constantemente recursos que en otros compositores se considerarían como destellos de genialidad, pero que en Mozart resultan constantes, naturales e improvisados, y son empleados con un ánimo sencillamente funcional y para hacer llegar al espectador lo que está sucediendo sobre el escenario con absoluta transparencia. Más aún, en el teatro mozartiano son relativamente habituales las ocasiones en las que tiene lugar una mentira dentro del argumento, pero no obstante el espectador puede escrutar la auténtica realidad si es capaz abstraerse del texto y escuchar únicamente la música del compositor.

Hemos mencionado las óperas del Mozart de madurez porque, al igual que sucede con los oratorios de Händel, el Réquiem se entiende mejor desde una perspectiva operística. Es relativamente habitual que los oratorios de Händel se escenifiquen como si fuesen óperas, e incluso el propio Réquiem de Mozart ha sido escenificado en 2021 en San Sebastián por Opus Lírica, en una excelente versión que está disponible en Youtube. Algo semejante le sucede al Réquiem de Verdi, del cual el director Hans von Bülow afirmó que era «la última ópera de Verdi, vestida de sotana».

El Réquiem de Mozart escenificado por Opus Lírica (San Sebastián, 2021)


Sin embargo, no vamos a osar adentrarnos en los aspectos musicológicos del Réquiem (cosa que excede, con mucho, la modesta habilidad del abajo firmante), sino que nos centraremos en la historia, durante muchos años desconocida, de las personas y circunstancias que permitieron que hoy en día podamos disfrutar de esta obra.

Der graue Bote (el mensajero de gris)


En la biografía de Mozart del catedrático checo Franz Xaver Niemetschek, que es la más antigua de todas las biografías del compositor (1798), aparece la historia del misterioso encargo de una misa de réquiem. Este relato fue recogido, prácticamente al pie de la letra, por Georg Nikolaus Nissen, el segundo marido de Constanze Mozart, lo que significa que la propia Constanze lo consideró fidedigno. Se da además la circunstancia de que, en ese mismo año 1798, Friedrich Rochlitz, editor del Allgemeine Musikalische Zeitung, a quien Constanze había conocido mientras viajaba por Alemania en 1796, publicó una serie de anécdotas sobre Mozart basadas principalmente en datos que ella le había proporcionado. De hecho, algunas de las anécdotas de Rochlitz, que estaban numeradas, se incluyeron de forma más o menos literal en la biografía de Nissen, por lo que se les puede atribuir prácticamente la misma autenticidad que a Niemetschek. La historia que se construye tomando en cuenta estas tres fuentes es harto conocida: a finales de julio de 1791 un desconocido de edad madura y vestido de gris descendió de un carruaje y tocó a la puerta de casa de los Mozart. Representaba a un noble que deseaba permanecer en el anonimato. Entregó una carta a Mozart en la que su señor alababa su habilidad como compositor, y deseaba que le compusiese un réquiem para un familiar muy querido que había fallecido recientemente y al cual deseaba honrar. Tan sólo ponía una condición: Mozart nunca debería intentar conocer la identidad de la persona que se hallaba detrás de este encargo. Tras consultar a Constanze, que se hallaba presente, el compositor accedió, estableciendo un precio de 50 ducados, pero sin fijar una fecha para la conclusión del mismo. El compositor le entregó un primer anticipo y partió. Mozart se hallaba sumamente interesado ante el hecho de escribir un réquiem, fórmula musical que no había desarrollado antes, y esa misma noche tomó papel, pluma y tinta, y se puso a la tarea de escribir una misa de difuntos que poco a poco se convertiría en una obsesión, conforme se fue asentando en él la creencia de que el réquiem en el que estaba trabajando era el de su propia muerte. No obstante, aparte de otras cuestiones, la idea de llevar a cabo una importante obra litúrgica sin duda hubo de agradar a Mozart, pues tan sólo unas semanas antes él había solicitado al ayuntamiento de Viena ser nombrado ayudante de Kapellmeister (el cargo de ayudante no conllevaba sueldo), de la Catedral de San Esteban, en la esperanza de suceder al Kapellmeister Hofmann. El ayuntamiento concedió a Mozart su deseo, pero este murió antes que Hofmann.


El filme Amadeus reproduce con su habitual falta de rigor histórico — pero indudable eficacia para el entretenimiento — el momento del encargo del Réquiem. Ese aspecto sería más apropiado para la estatua del Commendatore... de hecho la música que ponen a este momento es el comienzo de la obertura de Don Giovanni...


Manuscrito del Dies irae.

Algún tiempo después volvió a aparecer el mismo hombre vestido de gris a preguntar por los progresos en la composición de la obra. Mozart le informó que le había surgido una obligación a la que no podía sustraerse (su inminente viaje a Praga para la composición y puesta en escena de La Clemenza di Tito, ópera que se estrenaría con motivo de la coronación de Leopoldo II como rey de Bohemia), asegurando que finalizaría el Réquiem a su regreso de Praga. Esta explicación satisfizo al misterioso personaje.

Según el investigador Friedrich Rochlitz,
el interés de Mozart iba creciendo con cada compás; pasaba día y noche escribiendo. Su cuerpo no soportaba un esfuerzo semejante, y se desmayó varias veces mientras trabajaba. Todas las exhortaciones a la moderación fueron en vano. Al cabo de unos días su esposa le convenció para que fuera al Prater con ella en coche. Mozart permanecía siempre silencioso y absorto en sus ideas. Finalmente lo confesó: estaba convencido de estar componiendo aquella obra para su propio entierro. Todos los intentos de disuadirle de esa idea fueron vanos; trabajaba, por tanto, como Rafael en su Transfiguración, con la sensación omnipresente de la proximidad de su muerte, elaborando, al igual que este, su propia transfiguración. Incluso hablaba de pensamientos verdaderamente extraños en torno a aquella curiosa aparición y al encargo de aquel desconocido. Cada vez que alguien intentaba llevarle la contraria, permanecía silencioso, pero escéptico. Mientras tanto se iba acercando la fecha en que Leopoldo partiría hacia Praga para la coronación…

 

El conde Walsegg


No tiene mucho sentido hablar de las infinitas especulaciones que se hicieron entre 1792 y 1964 acerca de la identidad del «hombre de gris» y de la persona que realmente encargó la obra, pues en 1964 el investigador Otto Erich Deustch sacó a la luz un documento manuscrito por Anton Herzog donde se explicaba con todo lujo de detalles la historia tras el encargo del Réquiem, y el cual parecía aclarar el asunto. Anton Herzog era director de la escuela de Wiener Neustadt, ciudad en cuya abadía cisterciense el conde Walsegg dirigió personalmente el estreno (o eso creía él) del Réquiem de Mozart, el 14 de diciembre de 1793. En realidad, este documento también tiene una historia pintoresca, pues el propio Herzog pretendió publicar su carta en 1838, poniendo así fin al misterio del Réquiem de Mozart, pero sin embargo aparece en el reverso del documento un sello de la Oficina de Censura que reza «No autorizado, por el Ministerio I. & R., Viena, 8 de febrero de 1839, Freiberger mpria (manu propria)». En la segunda mitad del Siglo XIX el manuscrito pasó a ser posesión del Dr. Franz Lorenz, que tuvo el buen criterio de donarlo al archivo municipal de Wiener Neustadt, donde ha estado a disposición de los investigadores desde entonces. Durante el siglo XX, el primero en reparar en su contenido fue Otto Jahn, el cual lo publicó en un periódico vienés, el Reichspost, el 5 de mayo de 1925. Sin embargo, inexplicablemente, la noticia pasó desapercibida, no siendo hasta 1964 cuando reaparece su obra Mozart: una biografía documental y se le presta la atención debida.

Publicación del manuscrito de Anton Herzog en el Reichspost del 5 de mayo de 1925, el cual pasó - inexplicablemente - inadvertido.


Al igual que sucede con Anna Walsegg, no contamos con ningún retrato del conde Franz von Walsegg, aunque en su caso al menos tenemos esta silueta realizada por François Gonord (1756-1822).


Según Anton Herzog, el personaje de gris que acudió a casa de Mozart no era otro que Franz Anton Leitgeb, quien se hallaba al servicio del noble que solicitó a Mozart la composición de la obra: Herr (Señor) Franz de Paula Josef Anton, conde von Walsegg (17 de enero de 1763 - 11 de noviembre de 1827), señor de Schottwien, Klam, Stuppach, Pottschach y Ziegersberg, en la margen inferior del río Enns.

El conde Walsegg se había unido al ejército de los Habsburgo a los 19 años, siendo ascendido a alférez tres años después. Pero tras la muerte de su padre en 1786 hubo de hacerse cargo de los señoríos anteriormente mencionado. A partir de entonces se dedicó principalmente a la agricultura y la silvicultura, así como a la extracción de yeso en las canteras del área de Semmering y a su procesamiento en las fábricas de Schottwien. Estas empresas le trajeron una gran prosperidad debido a la gran demanda que había entonces de yeso, materia prima fundamental para la producción de estuco en las fábricas de Stuppach. El conde Walsegg también poseía un edificio de su propiedad en la plaza de Hohemarkt, donde tenía su local de venta de yeso, y al menos un piso alquilado (a Michael Johann Puchberg, como veremos posteriormente).

Realmente, Franz Anton Leitgeb era un sirviente con rango superior a los demás. Hijo del burgomaestre de Brandemburgo, era fundamentalmente un gestor que intervenía en el negocio del yeso del conde, y no un simple criado doméstico. Muy probablemente, en el momento de visitar a Mozart, Leitgeb se había desplazado a Viena en uno de sus habituales viajes de negocios, en los que le acompañaba su esposa Margarethe (Anna Maria Margarethe Rizzi), y se alojaban en la posada Der goldener Ochse (El buey dorado), próxima al centro de Viena. Leitgeb había entrado al servicio del conde Walsegg por sus habilidades como administrador, pero también — hecho muy habitual en la época — porque era buen músico. Era costumbre que los sirvientes y empleados supiesen tocar algún instrumento y que acompañasen a su señor formando una pequeña orquesta de cámara, y Leitgeb tocaba varios instrumentos.
Nota: hay diversas páginas web que sostienen que el conde Walsegg era masón, entre ellas esta o esta. Sin embargo, albergo dudas al respecto. La fuente que citan esas dos páginas es el folleto que acompaña al CD nº 18 de la colección The Best of the Complete Mozart Edition (Philips). En este CD nº 18, dedicado a la música sacra de Mozart, el folleto incluye un artículo escrito en 1995 por Bernard Jacobson titulado Catholic with Masonic Overtones (Católico con matices masónicos). La segunda fuente que sostiene que el conde Walsegg era masón es Deutsch Wikipedia, y afirma que perteneció a la Orden entre 1786 y 1789. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con Mozart o Puchberg, de quienes contamos con incontables pruebas, fechas exactas y un amplio contexto masónico, en el caso del conde Walsegg no parece existir un acervo documental que lo corrobore, ni tampoco información precisa. No he tenido posibilidad de examinar aún el folleto de Philips. Espero poder hacerlo algún día. Pero lo vago de la de información hace que me cueste darle credibilidad a la idea de todo un Reichsgraf (conde) austríaco se iniciase en la masonería precisamente en 1786, momento en que José II restringió el número de logias en Austria, limitando además a tres el número de logias en Viena. Además, el 11 de enero  de ese mismo año 1786 falleció el padre de Franz von Walsegg (Franz Joseph) y hubo de hacerse cargo de los señoríos. Y siete meses después, el 9 de septiembre, se casaba con Anna Prenner...

La joven condesa Anna Walsegg

La razón por la que el Réquiem fue encargado es tan bella como trágica. Cuando el conde contaba con veinticuatro años de edad se había casado con la joven de dieciséis años, y título de baronesa, Maria Anna Theresa Prenner Edle (noble) von Flamberg, hija de Joseph Prenner von Flamberg y R. Lichtmanneger (desconocemos el nombre propio de su madre, aparte de la inicial), tras lo cual se trasladaron a vivir al castillo de Stuppach, en las cercanías de Gloggnitz, localidad próxima a Wiener Neustadt. La descripción que de él nos hace Herzog nos lo muestra como un esposo muy cariñoso y un verdadero padre para sus vasallos. Era un gran aficionado a la música y el teatro, de forma que todos los martes y jueves, por espacio de tres horas, interpretaba cuartetos de cuerda en compañía de su esposa, su cuñada — que estaba soltera — y sus criados. Igualmente, los sábados representaban piezas teatrales en las que asignaba los papeles entre la servidumbre, según sus capacidades.

El conde Walsegg adquiría con este fin todos los nuevos cuartetos de cuerda que aparecían en el mercado, y con mucha frecuencia hacía encargar otros a los autores vieneses. Sin embargo, la servidumbre nunca veía los originales, sino que los hacía copiar en papel pautado, jugando con sus criados a que adivinasen quién era el autor, y con mucha frecuencia haciendo pasar las composiciones que él había encargado como propias. A veces gastaba bromas a sus criados, pidiendo a los compositores que se introdujesen pasajes extremadamente difíciles, lo que causaba al intérprete unos apuros que hacían mucha gracia al conde. Habitualmente rogaba al resto de intérpretes que dedujesen quién era el autor de la partitura, y en ocasiones los criados le preguntaban si la había compuesto él (a los propios sirvientes les resultaba cómico que los tomase por tales bobalicones). El conde Walsegg era de carácter afable, y su relación con la servidumbre era paternalista y benevolente.


El Schloss Flamberg, casa natal de la joven baronesa Anna Prenner von Flamberg (tras su matrimonio, Anna Walsegg), en Niederhollabrunn (Baja Austria). El edificio ha sido recientemente restaurado y se emplea en la actualidad como centro cultural. Las dos fotos inferiores nos muestran su estado durante los años 90, antes de la restauración.


Vista aérea del Schloss Flamberg.


Fachada del edificio que la familia Prenner poseía en en Viena (la dirección actual es Spiegelgasse 8), obtenida con Google Maps. El edificio ha sido restaurado. La fachada es la misma pero el interior del edificio ha sido reconstruido. El portal todavía ostenta su nombre antiguo, Prennerisches Freihaus (Casa Libre de los Prenner). Una Freihaus (casa libre en alemán) era un edificio que, aunque estaba físicamente dentro de las murallas de una ciudad medieval o de principios de la época moderna, estaba legalmente fuera de ella. Es decir, los residentes de una Freihaus vivían legalmente en los alrededores y estaban fuera de la jurisdicción del tribunal de la ciudad (tenían derecho a ser juzgados ante el tribunal regional o Landgericht) y estaban exentos de los impuestos municipales.

En este libro titulado Panorama de los nobles terratenientes de la Baja Austria, señores y caballeros desde el siglo XI hasta la época actual encontramos la cita correspondiente a Anna Walsegg: «Joseph Prenner (noble) von Flamberg concibió con R. Lichtmanneger una hija, Maria Anna, con la que el conde Franz von Walsegg se casó hace unos años». Este libro fue publicado en Viena en 1797. No obstante, el Österreichisches Biographisches Lexikon afirma que Anna tenía una hermana, cuyo nombre desconocemos.


Iglesia de peregrinación de Maria Schutz, en Semmering, donde tuvo lugar la boda entre Franz y Anna.

La iglesia de Maria Schutz ("Protección de María") debe su existencia al Santo Manantial que ahora fluye detrás del altar mayor de la iglesia de peregrinación. Originalmente, junto a la fuente había una ermita con una imagen de la Virgen María. Dice la tradición que, gracias al agua de la pequeña fuente, muchos enfermos habían sanado. En 1679 la peste hizo estragos en Austria, y los habitantes de Schottwien se comprometieron a construir aquí una capilla a la Virgen si les salvaba de la plaga. Los que bebieron de la pequeña fuente quedaron libres de la peste y, en agradecimiento, en 1721 se inició la construcción de la Capilla de la Misericordia. Durante la construcción, un franciscano, el padre Eligius, vino de Mürzzuschlag. Cansado, se durmió junto a la pequeña fuente, y al despertar proclamó que si le correspondiese a él consagrar ese lugar, lo llamaría Maria Schutz. En ese preciso momento, la Virgen se apareció a una muchacha enferma de veinte años de la parroquia de Kirchberg, la consoló y le dijo:«Te recuperarás; ¡Compra dos velas y ofrécelas en Maria Schutz!». En ese momento nadie sabía dónde estaba Maria Schutz. Un año después, la Virgen se apareció nuevamente a la niña y le recordó que ofreciera las velas. Otros milagros semejantes ocurrieron en Maria Schutz, por lo que la gente acudió en masa a la Capilla de la Misericordia, que pronto se quedó pequeña para los numerosos peregrinos. En ese momento, el conde Josef Leopold Julius von Walsegg (abuelo del Franz von Walsegg que encargó el Réquiem) vivía en el castillo de Klamm, frente a la iglesia de Maria Schutz, y decidió construir una iglesia más grande, que es la que se aprecia en la fotografía. En 1728 se inició la construcción de la iglesia y, tras la muerte en 1737 de la esposa del conde (y abuela de nuestro Franz von Walsegg), el conde Josef Leopold se ordenó sacerdote y quedó como párroco de la iglesia, la cual fue consagrada en 1739.

No existe retrato alguno de la condesa Walsegg. Anna — como le llamaban habitualmente sus allegados — había nacido el 15 de septiembre de 1770 en la mansión familiar, el Schloss Flamberg, cerca de Niederhollabrunn. Curiosamente, lo único que sabemos de la familia de Anna es que eran amantes de la música y que el padre era el director del coro de la iglesia local. Muy probablemente Anna y Franz se conocieron en Viena, donde los Walsegg tenían la citada propiedad en la plaza de Hohemarkt, y los Prenner poseían la Prennerisches Freihaus en lo que hoy es Spiegelgasse nº 8. El 9 de septiembre de 1787, cuando a Anna le faltaban días para cumplir 17 años, se celebró la boda en la iglesia católico romana de Maria Schutz, construida por el abuelo de Franz en Semmering, un lugar de peregrinaje de la Baja Austria. Debido a la joven edad de la novia se hubo de pedir una dispensa para el matrimonio.


El Schloss (castillo) de Stuppach, hogar de los Walsegg, en la actualidad.

Vista aérea del castillo de Stuppach.


La joven pareja se fue a vivir a su Schloss (castillo) de Stuppach, el cual contaba en la planta baja con una amplia cocina, dos despensas, dos habitaciones para la servidumbre, una pequeña capilla, dos letrinas y numerosas habitaciones. En el segundo piso se hallaban los dormitorios, tres habitaciones ocupadas por la biblioteca familiar y la galería superior de la capilla. El tercer piso reproducía la estructura del segundo, pero con una decoración mucho más sencilla. En 1791 la servidumbre estaba compuesta por un número indeterminado de porteros, jardineros, cocineros, criados, ujieres, un guardabosques y un enano.

A comienzos de 1791 uno de los trabajadores de la finca falleció de hitziges Faulfiber (traducido literalmente, «fiebre ardiente pútrida»), una fiebre aguda debida a las condiciones infectas de la época. La condesa, que entonces contaba con 20 años de edad, contrajo la misma enfermedad, falleciendo igualmente poco después, el 14 de febrero, y dejando al conde en un estado de desolación. El conde quiso honrarla de dos maneras: por una parte, a través de su representante financiero, el señor doctor Johann Sortschau, abogado judicial y de la Corte, contrató al arquitecto Johann Henrici y a uno de los mejores escultores de Viena, Johann Martin Fischer, con el fin de erigir para Anna un mausoleo al que serían trasladados los restos de la joven condesa. Este mausoleo sería parecido al construido un año antes para el mariscal Gideon von Loudon, héroe austríaco en la guerra contra el turco. Y, por otra parte, un réquiem debía ser interpretado todos los años en el aniversario de su muerte, siendo esta la razón del encargo que se hizo a Mozart. No obstante, es posible que la idea del réquiem no se le ocurriese originalmente al conde Walsegg. En Auftrag, Entstehung und Vollendung von Mozarts Requiem (Encargo, creación y finalización del Réquiem de Mozart), Walter Brauneis afirma que el comerciante textil Johann Michael Puchberg, que era miembro de la misma logia de Mozart (Zur Wohltätigkeit — La Beneficencia —) y a quien, desde 1788, este pedía dinero en unas cartas cada vez más desesperadas, vivía con su familia en el tercer piso del número 522 de Hohemarkt (actualmente Hoher Markt), un edificio propiedad del conde Walsegg que éste utilizaba precisamente como oficina en Viena para la comercialización del yeso que procesaba en Schottwien. Por ello considera muy probable que fuese el propio Puchberg quien sugiriese al conde que encargase a Mozart la composición del Réquiem.


Johann Michael Puchberg (Zwettl, Baja Austria, 22 de septiembre de 1741 - Viena, 21 de enero de 1822). Según Walter Brauneis, Puchberg pudo haber recomendado al conde Walsegg que encargase a Mozart la composición del Réquiem (idea que consideramos completamente verosímil). Puchberg era comerciante de tejidos y miembro de la Logia Die Wohltätigkeit (La Beneficencia) desde 1773 o 1774, diez años antes de que Mozart fuese iniciado en esa misma logia. En 1768 entró en la empresa de Michael Salliet en Viena, convirtiéndose al poco tiempo en director general. El 15 de agosto de 1780 se casó con la viuda de Salliet, Elisabeth, la cual murió en 1784. En septiembre de 1785 se hizo cargo de la empresa junto con su hermano Philipp Anton. En 1793 el emperador Francisco II lo elevó a la categoría de noble, con lo que pasó a ser Johann Michael Edler (noble) von Puchberg. A partir de 1800 tuvo dificultades en los negocios y posteriormente perdió su fortuna. En 1801 tuvo que declararse en quiebra y finalmente cerró su negocio el 30 de marzo de 1802.


Der Hohemarkt (mercado alto, en la actualidad Hoher Markt). Arriba, una lámina de 1800. Abajo, una fotografía actual. En el número 522 el conde Walsegg tenía su oficina de comercialización de yeso, y en ese mismo edificio vivía Johann Michael Puchberg con su familia. Bajo el baldaquino encontramos una representación escultórica de los Desposorios de la Virgen, construida en 1729 por Leopoldo I para celebrar el regreso de su hijo José del asedio de Landau. Se trata de la plaza más antigua de Viena, por lo que en su subterráneo se halla un museo con las ruinas de las viviendas de los oficiales romanos de la entonces Vindobona. En 1791 el conde Walsegg vendió la casa al mayorista de medicamentos Franz Wilhelm Natorp.


Diseño del mausoleo de Gideon von Loudon, el cual serviría de modelo para el mausoleo de Anna Walsegg. Curiosamente, no se trataba de un mausoleo real, sino que fue construido a tamaño real dentro de la Galería Deym, que era una gran exposición de figuras de cera (la tumba en la que fue realmente enterrado es bien distinta). En el féretro de cristal que se aprecia en el centro del mausoleo había una figura de cera de Gideon von Loudon. El mausoleo está soportado por columnas está y acompañado por caballeros y por Marte, dios de la guerra y protector de Austria. En la parte superior se aprecia un reloj, el cual, cada vez que diese las horas, haría sonar una música mecánica compuesta precisamente por Mozart. Entre octubre de 1790 y mayo de 1791 Wolfgang Amadeus Mozart compuso para este reloj el Adagio y Allegro para órgano mecánico KV 594 y el Andante en fa mayor para órgano mecánico KV 616. En una descripción de la galería, publicada en 1797, se puede leer: «A las horas se oye una apropiada música fúnebre que el inolvidable compositor Mozart escribió especialmente para ese fin, y que dura ocho minutos; aventaja en precisión y claridad a cuanto se ha intentado o diseñado nunca para esta clase de producto artístico».

La historia del graue Bote (mensajero de gris) queda puesta parcialmente en duda por el hecho de que en su libro La musique religieuse de Mozart, el sacerdote y musicólogo belga Carl de Nys afirmase en 1982 que
Otto Schneider ha encontrado en los archivos de Wiener Neustadt el contrato firmado ante el señor Sortschau, notario, respecto a la Misa de difuntos que el conde Walsegg encargó a Mozart. Contrato redactado en sus debidos términos: nada de encargo anónimo. Una cantidad importante y también una cláusula inhabitual: el compositor debía entregar su manuscrito autógrafo sin quedarse con ninguna copia.
Esta afirmación es coherente además con lo escrito por Anton Herzog, quien en su relato escribió:
Yo estaba familiarizado con la historia previa del Réquiem por medio de nuestro superior (Franz Anton) Leitgeb, quien había recibido la orden pagar a través del despacho de yeso en Viena.
La razón por la que Herzog se refiere a Leitgeb como «nuestro superior» seguramente se deba al hecho de que el propio conde Walsegg financiaba la escuela en la que Herzog ejercía como director. Aunque dicho contrato no ha sido publicado, es lógico que un encargo de esa importancia estuviese refrendado por un documento público. Parece que no quedan muchas dudas a este respecto: Mozart firmó el contrato que le presentó Leitgeb, el cual había sido preparado por el abogado Sortschau. Al fin y al cabo, si Sortschau fue el encargado de gestionar el mausoleo, parece lógico suponer que también gestionase el encargo del Réquiem.

Es también extraño que Mozart y Constanze no intuyesen, al menos, quién era la persona que se hallaba tras el encargo del Réquiem. El principal proveedor de música del conde Walsegg era el conocido compositor y editor Franz Anton Hoffmeister, quien también era el principal editor de Mozart. El supuesto secreto del conde Walsegg era relativamente conocido en Viena, y algunos compositores se beneficiaron de lo que Walsegg consideraba su generosidad en el apoyo a las artes. También se ha especulado con la posibilidad de que Mozart conociese a Franz Anton Leitgeb, pues en octubre de 1791 Mozart escribió en una carta a Constanze: «Leitgeb me pidió que le llevase a la ópera, y así lo hice». Sin embargo, lo más verosímil es que se tratase del trompista Joseph Leutgeb, a quien Mozart conocía. No olvidemos que la ortografía de los apellidos no estaba tan definida como hoy en día (el propio Mozart escribió durante buena parte de su vida su propio apellido como Mozard, con d, aunque se pronunciase como t). Desde luego, tanto Mozart como Constanze habían estado en el edificio de Hohemarkt propiedad del conde Walsegg. En una carta enviada a Constanze, quien se encontraba en Baden, fechada el 11 de junio de ese mismo año 1791, Mozart le dice «Hoy almuerzo en casa de Puchberg»; y en otra carta de fecha 3 de julio «acabo de escuchar el toque de la una, y tú sabes que a Puchberg le gusta comer pronto». Parece que incluso Mozart se alojó temporalmente en casa de Puchberg, pues la carta del 23 de mayo de 1789 a su mujer lleva como dirección el en remite «Auf dem Hohem Markt, im Malseckische (sic) Hause, bei Herrn von Puchberg» (en el Mercado Alto, en la Casa Malseckische, en el domicilio del señor Puchberg). E incluso la propia Constanze y el pequeño Karl se alojaron con los Puchberg mientras su marido viajaba a Berlín en compañía del príncipe Lichnowsky (cartas del 8, 13 y 16 de abril de 1789). Tenemos certeza de que Puchberg ya vivía entonces en Hohemarkt porque el 31 de agosto de 1787 el propio Dr. Sortschau había emitido un certificado en el que hacía constar que él vivía allí desde el 29 de septiembre de 1784.

Volviendo al documento de Anton Herzog, el resto del texto se adentra en aspectos puramente músicológicos acerca del rol que correspondió a Süssmayer en cada parte de la obra. Tras recibir la partitura completada por Süssmayer, el conde procedió, como de costumbre, a copiar el manuscrito, dirigiendo él mismo la que creía sinceramente que era la primera interpretación pública, el 14 diciembre de 1793, del Requiem composto del Conte Walsegg. Sin embargo, el 2 de enero de ese mismo año 1793, a iniciativa de Gottfried van Swieten (diplomático y miembro de la Gesellschaft der Associirten — círculo vienés que esponsorizaba conciertos —), el Réquiem había sido ya interpretado en la sala de Ignaz Jahn, en Viena, con el fin de obtener fondos para Constanze.

La escena de Amadeus en la que Salieri transcribe el Confutatis que le va dictando Mozart es una monumental falsedad histórica, pero es tan bonita...



La finalización del Réquiem


No se sabe cuándo vino Leitgeb a recordarle a Constanze su obligación de tener el Réquiem terminado y listo para ser interpretado en el aniversario de la muerte de Anna Walsegg. En el momento de su muerte, Mozart solo había podido terminar tres secciones con el coro y órgano completo: Introitus, Kyrie y Dies Irae. Del resto quedaban incompletas las partes instrumentales, el coro, las voces solistas y el cifrado del bajo y órgano, aunque dejó detalladas anotaciones para su discípulo Franz Xaver Süssmayr. Fue el abate Maximilian Stadler el que puso en orden las partituras manuscritas de Mozart, de modo que pudiesen ser completadas. También instrumentó el Domine Jesu y el Hostias, aunque esta instrumentación fue revisada posteriormente por Süssmayr.

Los acontecimientos de estos días resultan confusos incluso para la memoria de la propia Constanze. Las exequias de Mozart tuvieron lugar el 10 de diciembre en la Iglesia de San Miguel, corriendo Emanuel Schikaneder con los gastos (no nos molestaremos es explicar quién es Schikaneder). En esta misa se interpretaron el Requiem Aeternum y el Kyrie, el cual había sido completado de manera apresurada por Franz Jakob Freistädtler, quien se limitó a doblar las voces con el viento y la cuerda. Y a continuación sucede un hecho extraño: sólo once días después de la representación de San Miguel y dos semanas después de la muerte de su marido, en lugar de recurrir a Süssmayr, Constanze llegó a un acuerdo con el compositor Joseph Leopold Eybler para terminar el réquiem. Eybler firmó un recibo por la partitura original con el siguiente texto: 
El abajo firmante declara por la presente que la viuda, Frau Konstanzia Mozart, le ha confiado la Misa de Difuntos que su difunto marido había comenzado. Declara además que está dispuesto a completarla para mediados de la Cuaresma del próximo año (mediados de marzo de 1792), y que no será copiada ni entregada a nadie más que a la viuda del compositor.
Viena, 21 de diciembre de 1791. Joseph Eybler. 

Joseph Eybler, miembro del círculo íntimo de Mozart, había ayudado a cuidar a Mozart en los pocos días que le quedaban. Mozart le tenía en gran estima y dijo de él: «es de lamentar que haya tan pocos que se le equiparen». Eybler parecería una buena elección por parte de Constanze, pero su participación en el réquiem duraría poco. Después de trabajar en la Secuencia hasta el final del Confutatis y de añadir dos compases al Lacrymosa, Eybler se echó atrás repentinamente y le devolvió la partitura con la anotación mit guten Ausreden (con buenas excusas). No sabemos por qué Eybler le devolvió la partitura a Constanze, ni tampoco por qué esta optó por Eybler. En este sentido, la viuda de Mozart declaró: «Se lo di a Eybler porque en aquel momento (no recuerdo por qué) yo estaba enfadada con Süssmayr, y el propio Mozart tenía a Eybler en muy alta consideración».

Posiblemente el enfado de Constanze se debió a que Süssmayr no se quedó en Viena a pesar de que ella le necesitaba para terminar el Réquiem. Süssmayr  pasó esas Navidades con el padre Georg Pasterwitz en la abadía de Kremsmunster (Süssmayr se había educado allí, siendo primero cantor del coro y, tras cambiar la voz, integrarse como violinista en la orquesta). En cualquier caso el enfado de Constanze no pudo ser serio, pues en cuanto Süssmayr regresó a Viena, esta le entregó el Réquiem inconcluso de Mozart, junto con las notas que Mozart había dejado para él, tras lo cual Süssmayr terminó definitivamente la obra.

No obstante, antes de entregar el manuscrito final a Leitgeb, Constanze hizo dos copias que guardó para sí misma. Una la vendió al rey Federico Guillermo II de Prusia por 450 florines, y la otra la entregaría en 1800 a los editores Breitkopf & Härtel con la intención de publicar el Réquiem.

A la izquierda, el abate Maximilian Stadler. En el centro, Joseph von Eybler. A la derecha, Franz Xaver Süssmayr, íntimamente ligado a al compositor desde que llegó a Viena en 1788. Aunque solemos considerarlo como un mero alumno de Mozart, el hecho es que Süssmayr era un músico extraordinariamente competente con un extenso catálogo de producciones. Algunas obras debidas a él son Die Liebe für den König (1785), Moses (1792), Il turco in Italia (1794), Der Spiegel von Arkadien (1794), Soliman der Zweite (1799) Das Hausgesinde (1802) y el Ave Maria (1792). Entre 1792 y 1794 fue director del Kärtnerthor Theater (Teatro de la Puerta de Carintia, uno de los teatros suburbiales de Viena y competencia directa del Freihaustheater de Schikaneder), y ya en 1794 pasó a ser segundo director del teatro de la Corte. En este enlace puede escucharse su Missa Solemnis en re mayor dirigida por Riccardo Muti.


Constanze publica el Réquiem


Ignoramos cuándo supo Constanze que la persona que había encargado el Réquiem era Franz von Walsegg. Pero al enterarse de que Walsegg no solo quería interpretar el Réquiem ocasionalmente, sino también publicarlo como propio, comenzó a planear el rescate de la obra. Utilizó la necesidad de secreto del conde Walsegg como su principal arma y nunca admitió que conocía la identidad del peticionario del Réquiem. Al fin y al cabo, Walsegg no podía permitir que Constanze lo revelara como la persona que había encargado el Réquiem. El primer y más grave error del conde se produjo al copiar la partitura. El manuscrito original estaba en parte escrito con la letra de Mozart, pero sobre todo con la de Süssmayr, y figuraba en él la firma de Mozart (eso sí, falsificada por Süssmayr). Por ello tuvo que copiarlo para tener una partitura orquestal completa de su puño y letra. Y aquí es donde Walsegg cometió el error: en la primera página de su copia figuraba la anotación Requiem composto del Conte Walsegg. De no haber escrito esto se habría podido inventar cualquier excusa, pero ahora ya había una prueba escrita de su plagio.

En 1800 Constanze se decidió a publicar el Réquiem con Breitkopf & Härtel. Al tener conocimiento de ello, Walsegg dio instrucciones a sus abogados para que iniciasen una demanda contra ella. Constanze, hábilmente, dejó entrever su voluntad de facilitar a Breitkopf & Härtel el nombre de la persona que había encargado el trabajo, asegurándose de que Walsegg fuese perfectamente consciente de que su nombre saldría a la luz. Walsegg sabía que cualquier debate que pudiera surgir daría lugar a solicitudes para examinar su partitura, y el descubrimiento del engaño habría menoscabado su posición social y su reputación. Por ello, su comportamiento se volvió defensivo y detuvo la demanda. Esta delicada situación se solventó cuando, el 30 de enero de 1800, Constanze informó a los editores Breitkopf & Härtel que, tras una reunión en el despacho del Dr. Sortschau, a la que asistieron su segundo marido, George Nissen, y el cónsul sueco, Silverstolpe, el conde Walsegg aceptó el deseo de Constanze de publicar el Réquiem como obra compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart:

Os aliviará saber que el anónimo, un individuo de muy alto nivel, ha declarado que se conformará con un número de ejemplares y cincuenta ducados que es lo que había pagado originalmente.
En honor a la verdad es preciso decir que no solo fue la habilidad de Constanze lo que movió a Walsegg a reconocer la autoría de Mozart. Una cosa era interpretar cuartetos de cuerda, y otra muy distinta interpretar un Réquiem que necesitaba de una orquesta completa, capaz de interpretar variadas y complejas líneas musicales. Aparte de la dificultad técnica, esto resultaba costoso desde el punto de vista económico, y aunque el conde era rico, sus recursos no eran ilimitados. El acuerdo adoptado en la oficina del Dr. Sortschau era lo más sensato para todos.

Dado que Constanze había admitido (aunque a regañadientes) que Süssmayr había terminado el Réquiem, antes de la publicación Breitkopf & Härtel le escribieron para preguntarle sobre su papel en la creación de la obra. En una sincera carta dirigida a Breitkopf & Härtel, escrita en febrero de 1800 y hecha pública en 1801, Süssmayr, por primera y única vez en su vida, hizo una declaración sobre lo que había aportado al Réquiem. No hay ninguna razón para sospechar que nada de lo que dijo fuera falso o interesado. Sus comentarios fueron reveladores porque su contribución nunca había sido reconocida formal y públicamente, ni se le había atribuido ningún mérito; de hecho, ni siquiera se le había citado en las biografías de Mozart publicadas hasta entonces. Sin embargo, a pesar de que su respuesta llegó a Breitkopf & Härtel antes de que se publicara la partitura completa, estos no mencionaron la contribución de Süssmayr.


Daguerrotipo de 1840 con la imagen de Constanze en el extremo izquierdo, dos años antes de su muerte. El compositor bávaro Max Keller está sentado en el centro y a la derecha está su esposa, Josefa. De izquierda a derecha en la parte trasera estarían la cocinera de la familia, Felipe Lattner (cuñado de Keller), y las hijas de Keller, Luise y Josefa. La copia se encuentra en el Archivo Estatal de Altötting.

El final de la historia


Pero volvamos con Anna Walsegg, la involuntaria musa que motivó la creación del Réquiem.

Cinco años después de los acontecimientos descritos, en el transcurso de la invasión napoleónica de Austria, las tropas francesas destrozaron el mausoleo de Anna en un acto de puro vandalismo, tras lo cual el conde llevó su féretro a la cripta familiar en la iglesia parroquial de Schottwien, por lo que el monumento original cayó en el olvido. Con motivo del segundo centenario de la muerte de Mozart se llevó a cabo un esfuerzo por localizar el lugar de la tumba de la condesa Anna Walsegg. Un grupo de aficionados a la historia local de Gloggnitz, capitaneados por August Reisenbauer, formó un equipo de búsqueda. Encontraron un texto escrito a finales del siglo XIX por un director de escuela, Ferdinand Hucklbacker, en el que dejaba constancia de los monumentos existentes alrededor de Gloggnitz, y donde narraba una tradición transmitida de forma oral durante varias generaciones. Según esta tradición, la tumba de la condesa Anna había sido un edificio impresionante, con dos figuras reclinadas, una masculina y otra femenina, esculpidas en ella. Durante la guerra contra el francés se puso sendos cascos a las figuras y se añadió la inscripción «Este monumento está dedicado a los soldados valientes». Esta modificación irritó bastante a los lugareños (quienes no habían olvidado a la condesa Anna, fallecida solo 15 años antes), lo que provocó que alguien arrancase las cabezas de las dos figuras y las dejase tiradas por el suelo. Como hemos dicho, durante la invasión napoleónica los soldados franceses se ensañaron con el monumento (suponemos que por la inscripción que alababa el valor austríaco). Hucklbacker escribió que el monumento quedó en estado de ruina y sus restos fueron empleados para otras construcciones cercanas. Aunque el grueso de la documentación de la hacienda de los Walsegg se había perdido, fue una sencilla factura de reparación de jardines y jaulas para pájaros la que hizo sospechar a los investigadores que el mausoleo de la condesa Anna había sido erigido cerca del castillo de los Walsegg. También había testimonios de que la tumba había estado entre la estación de tren de Gloggnitz y un puente que todavía existía en 1875 sobre el río Schwarza, aunque este había cambiado su curso desde 1791. No fue difícil encontrar el lugar, pues se hallaba a unos 800 metros del propio castillo Walsegg, y bajo la hojarasca quedaban enterrados los cimientos del mausoleo. Se inició una excavación y se halló una losa de arenisca y otros objetos de piedra, cerámica y metal, así como unas monedas del año 1800. Pero aparte de esto no hubo nada más que recuperar.

Iglesia parroquial de Schottwien, donde yacen enterrados en la actualidad los condes de Walsegg, en la cripta bajo el altar mayor.

Tras la muerte de Anna, el conde Walsegg vivió 36 años más, hasta alcanzar los 64 años. Nunca volvió a casarse, y no tuvo hijos, por lo que a su muerte tanto su gran patrimonio como sus efectos personales pasaron a manos de su hermana, la condesa Carolina von Sternberg. Al morir fue enterrado en la cripta perteneciente a los Walsegg que se halla bajo el altar mayor de la iglesia de Schottwien, donde también reposa Anna, siendo la tumba adornada con un hermoso relieve del escudo de armas de los Walsegg hecho de mármol. Y se produjo entonces una situación que no deja de suponer una cierta injusticia. El Réquiem, que había sido o sería interpretado en las ceremonias de conmemoración de la muerte de Anna Walsegg, así como de Haydn, Beethoven, Constanze y los dos hijos de Mozart, no se interpretó a la muerte de Franz von Walsegg. Sencillamente, a nadie se le ocurrió. Sin duda, hacer pasar como propias las obras de otro no es lo más edificante; pero en conjunto, el conde siempre fue una persona benevolente y querida, y quizá la historia ha dejado esa deuda pendiente con quién encargó y pagó el Réquiem más asombroso de la historia de la música.



Estas dos fotos de pésima calidad aparecieron en un periódico local, y corresponden al lugar donde quedaron los cimientos del mausoleo de Anna Walsegg.

El bosque donde se construyó el mausoleo es en la actualidad una pequeña reserva natural denominada Stuppacher Au.


La condesa Carolina von Sternberg, nacida von Walsegg, hermana y heredera universal de Franz von Walsegg.

Tarjeta impresa por Carolina von Sterneberg y que fue llevada en mano por los sirvientes a aquellos que fueron invitados al sepelio de su hermano Franz von Walsegg. El texto reza: «Carolina, condesa de Sternberg, nacida condesa von Walsegg, miembro de la Orden de la Cruz Estrellada, anuncia la triste noticia de la muerte de su hermano, el caballero de noble estirpe Franz Anton, conde von Walsegg, señor de los señoríos de Schottwien, Klam, Stuppach, Potschach y Ziegersberg. Recibió la extremaunción y murió en el sexagésimo quinto año de su vida el 11 de noviembre de 1827 en Stuppach, después de haber soportado una larga enfermedad. De acuerdo con la última voluntad del difunto, el cuerpo será enterrado en la tumba de la familia Walsegg en la iglesia parroquial de Schottwien, donde también se celebrarán las exequias. Viena, 19 de noviembre de 1827».

Ofrecemos para concluir algunas fotos del Schloss Stuppach y el Schloss Flamberg en la actualidad. Comenzamos por el Schloss Stuppach:












Techo de la capilla, denominada Capilla del papa Pío debido a que el 23 de marzo de 1782 el papa Pío VI se alojó en el Schloss Stuppach mientras se dirigía a Viena para discutir con el emperador José II sus reformas en materia eclesiástica.






Concierto en memoria de Anna Walsegg realizado en el interior del Schloss Stuppach.


Y a continuación unas fotos del Schloss Flamberg:






















Una excelente versión del Réquiem a cargo de Herbert von Karajan, con subtítulos en latín y en español que facilitan la comprensión del texto cantado. 





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