La Iniciación masónica como "rite de passage" antropológico


El peculiar estado en que entra el candidato en la logia tiene la misma razón de ser que las pinturas que se aplican al iniciando durante los ritos de paso tribales: advertir de que estamos ante un ser en estado transicional, y que por ello es peligroso e impuro.


La antropología moderna surge en el siglo XIX, lo que equivale a decir que surge en plena época del imperialismo europeo, pero también en un momento de gran auge de la ciencia entendida como disciplina sistemática. Por ello se planteó la idea de estudiar con criterios realmente científicos y objetivos el comportamiento humano, igual que se estudiaría el de cualquier otro animal social.

En 1909 un antropólogo francés de origen alemán, Arnold van Gennep (1873-1959), marcaría un hito al aportar una idea nueva y una terminología nueva: al observar los rituales, que ofrecen el catálogo más visible de diferencias culturales entre pueblos, se percató de que algunos de ellos podían englobarse dentro de una categoría general que denominó rites de passage (en español ritos de paso).


Arnold van Gennep. antropólogo francés de origen alemán que, en 1909, publicaba su obra fundamental Les rites de passage.

 Van Gennep se refería así a los rite de passage:

Rites de passage pueden encontrarse en cualquier sociedad, pero tienden a alcanzar su más completa expresión en las sociedades de carácter estable, cíclico y de pequeña escala, en las que los cambios están más ligados a los ritmos biológicos que a las innovaciones técnicas (…). Los rites de passage no se encuentran confinados a determinados momentos críticos culturalmente definidos, sino que pueden acompañar a cualquier cambio entre estados distintos, tales como la entrada en guerra de un pueblo, o el paso de la escasez a la abundancia, celebrando las fiestas de los primeros frutos o de la cosecha. Los rites de passage tampoco se hallan, sociológicamente hablando, restringidos a cambios entre status adscritos. Se usan también para marcar el acceso a un nuevo status adquirido, tanto si se trata de una posición política como de la pertenencia a determinado club exclusivo o sociedad secreta. Pueden servir para marcar la admisión de una persona en un determinado grupo religioso que no abarca al conjunto de la sociedad, o para cualificar a alguien para el desempeño de los deberes de un culto, y a veces pueden escalonarse en una serie de ritos graduados.

Van Gennep se percató de que los ritos de paso constan de tres fases:

1) La fase preliminar o de separación. En esta fase se separa al candidato de su anterior realidad.

2) La fase liminar o liminal. En esta fase tiene lugar la transformación del candidato.

3) La fase postliminar o de incorporación. En esta fase el candidato es integrado en su nueva realidad y círculo social.

La Iniciación masónica al grado de Aprendiz Entrado es un proceso que, como cualquier otro rito de paso, sigue estas tres etapas. Ya hemos comentado anteriormente en este blog que la ceremonia de Iniciación al Primer Grado sigue los pasos de la profesión monástica cirsterciense. Sin embargo, la misma profesión sigue en parte las pautas de los rites de passage, y además son muchos los elementos que escapan al origen monástico del ritual masónico y únicamente pueden ser comprendidos a la luz de la antropología. Por ello, en esta entrada esbozaremos los aspectos antropológicos de la ceremonia de Iniciación.




1) LA FASE PRELIMINAR O DE SEPARACIÓN.

a) El despojo.

Una característica de los seres transicionales es que no tienen nada. Ni status, ni propiedades, ni símbolos distintivos. Ni siquiera poseen un nombre. Su condición es la de «pobreza sagrada». Por ello, el despojo de ropa y cualquier tipo de propiedad material es un requisito ineludible para aquellos que van a ser iniciados a un nuevo estado. En el caso de la masonería, al candidato se le ha desposeído de cualquier tipo de metales, pues de penetrar con algún tipo de metal sobre sí mismo «habría sido necesario repetir la ceremonia de Iniciación desde el principio». En masonería, el hecho de privar al candidato de metales tiene un significado más amplio que el meramente material, pues incluye también, de manera genérica, todo aquello que traemos del mundo profano y nos lastra en nuestra intención de elevarnos hacia estadios más espirituales. Esta situación de pobreza sagrada como elemento fundamental es amplificada en el ritual masónico por la Prueba de Caridad.

b) La Cámara de Reflexión.

Lo que hoy en día conocemos como Cámara de Reflexión surge con una finalidad distinta. No surge para que el candidato piense y filosofe, sino para proteger a la logia e impedir que el candidato la contamine trayendo las inmundicias del mundo profano. En el entorno francés, con su barroquismo habitual, esta habitación se convirtió en la Cámara de Reflexión. Pero en el entorno londinense, esta «habitación conveniente» no fue desarrollada más allá de dejar clara constancia de que el candidato no provenía directamente del entorno profano, es decir, que la presencia de ese candidato no implicaba contacto entre el entorno sacro de la logia y la realidad terrenal. Hemos tratado este tema con más detalle en esta entrada anterior:




2) LA FASE LIMINAR.


La fase liminar o liminal es aquella en la que el iniciando se halla en estado de transición. La palabra limen significa en latín «umbral» (el limes era la frontera del Imperio Romano), y de ahí procede la palabra liminal. Durante esta fase el candidato no es ni lo que era antes ni lo que será después, por lo que se halla en una etapa de ambigüedad en la que hallamos características tanto del estado que abandona como de aquel en el que está penetrando. La condición del candidato «ni desnudo ni vestido, ni descalzo ni calzado» no es sino el trasunto de la costumbre, que los antropólogos describen en las sociedades tribales primitivas, de disfrazar al iniciando con máscaras y vestimentas extrañas, o bien pintarlo con rayas de colores u otros signos. El objetivo es hacer visible a todos que esa persona se halla en estado de transición, previniendo a todos contra su impureza y peligrosidad. Antropológicamente se considera impuro a algo que está fuera de lugar o que no está bien definido (como ejemplos intuitivos de la peligrosidad e impureza inherentes a cualquier ser transicional podemos tomar los casos de un soldado que todavía no ha entrado en combate o un nuevo trabajador recién salido de la universidad pero sin experiencia laboral). En el caso de la masonería, el peligro proviene de que estamos introduciendo a un profano en un entorno sagrado donde solo hay iniciados.

Durante la fase liminar se intentará por diversos medios (enseñanza, experiencias inducidas, temor, etc.) provocar en el candidato un cambio ontológico, es decir, un cambio en su mismo ser, para que deje de ser lo que era antes y se convierta en aquello que justifica la realización del ritual. Hay tres elementos que comentaremos al tratar la fase liminar: la despersonalización del candidato, el temor, y la comunicación de los sacra o sabiduría sagrada de la nueva realidad a la que accede el candidato.


a) La despersonalización.

Una característica del candidato durante los ritos de paso en general, y la Iniciación masónica en particular, es que pierde su identidad y sus atributos personales como ser individual. En las iniciaciones tribales la despersonalización es más perfecta que en el ritual masónico, pues en la Iniciación masónica hay diversas fallas en lo que a la despersonalización se refiere. En la Iniciación del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el Experto que acompaña al candidato recita en voz alta todos los datos del candidato cuando ambos se hallan a las puertas del templo. Del mismo modo, en el Ritual de Emulación, se menciona al candidato llamándole «Sr. ….», y en el momento de tomar la Obligación repetirán igualmente su nombre. Estas infracciones se deben o bien a la necesidad de cumplir con un requisito normativo, o bien a la cortesía del Ritual de Emulación. No obstante, la ceremonia de Iniciación masónica, como cualquier otra iniciación, conlleva la despersonalización del candidato, el cual será tratado como cualquier otro. En el Ritual de Emulación se referirán a él durante toda la ceremonia como el candidato. En el R.E.A.A. se referirán a él como el profano o el recipiendario, y cuando se dirijan a él directamente, tratándole como Caballero.


b) El temor.

El temor como herramienta iniciática aparece por primera vez en el manuscrito Edinburgh Register House (1696), donde se aprecia que el candidato es ya tratado como un ser liminal. Actualmente, al ponerle una espada en el pecho en el grado de Aprendiz Entrado, o someterle a la prueba de la sangre o el sello (estas dos últimas en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado), o golpearle y zarandearle de manera inmisericorde para meterle en la tumba durante el grado de Maestro Masón (como sucede en Estados Unidos), se apela al puro temor. El Ritual de Emulación es en este sentido más edulcorado que el R.E.A.A., pero aun así se le pone al candidato el puñal en el peño y se le recuerda que podría haberse estrangulado a sí mismo en caso de intento de huida. Estos esfuerzos por infundir temor en los candidatos tienen realmente como objetivo principal provocar un cambio ontológico, es decir, un cambio en sus ser que perdure más allá del tiempo que dure el ritual o el eco de este en el alma del recipiendario. Se busca un cambio irreversible sin posibilidad alguna de retorno al estado anterior al ritual. Y lo hace sirviéndose de un método que el ser humano lleva empleando desde la prehistoria: amplificando el temor que de por sí genera hallarse en un estado liminal. En un estado liminal somos particularmente vulnerables al temor, pues nos encontramos en un período de transición entre dos estados distintos, ya sean dos etapas de la vida, o dos trabajos, o relaciones personales, o dos niveles iniciáticos distintos. La incertidumbre forma parte consustancial de ese temor, pues ya no somos la persona que éramos anteriormente, pero tampoco somos aquello en lo que nos vamos a convertir, por lo que nos hallamos en una situación que se halla fuera de nuestro control. Pero a esta incertidumbre se añade otra, pues lo habitual en un período liminal es que intuyamos aquello en lo que nos vamos a convertir, pero al mismo tiempo no lo sabemos con certeza. En este sentido, la experiencia de la Iniciación tiene un componente sacrificial, en tanto que el iniciado sufre y siente temor.

En cualquier caso, todo lo anteriormente expuesto fue magistralmente resumido por Mircea Eliade en unas pocas palabras:
Por medio del temor lo sagrado se hace presente.


Las pruebas de la sangre y del sello en el R.E.A.A. son una versión amable y de salón de las pruebas que tienen lugar en distintos contextos étnicos, en las cuales se demuestra la compostura del candidato ante el sufrimiento y el temor. En la fotografía, un joven de la tribu fulani es azotado en el marco de su iniciación para integrarse entre los hombres de su tribu.



c) La comunicación de los sacra.

En toda iniciación, sea del tipo que sea, hay una serie de valores que articulan la realidad en la que el candidato va a adentrarse. Estos valores son axiomas que el neófito en ningún caso puede poner en duda, del mismo modo que no podría preguntar acerca de ellos, y se les denomina sacra (en latín, cosas sagradas). Sencillamente debe aceptarlos. Los sacra le pueden ser comunicados o presentados al candidato a lo largo del proceso liminar, y constituyen los pilares fundamentales de su nuevo estado. Algunos de estos sacra tienen un nivel aún más elevado, y Victor Turner los denomina sacerrima (pronunciado sakérrima, en latín, las cosas más sagradas). La comunicación de los sacra enseña a los neófitos a pensar con un cierto grado de abstracción sobre su medio cultural, al tiempo que se les proporciona los patrones últimos de referencia. En el caso de la masonería, los sacerrima estarían encarnados en ciertos símbolos, los Toques y las distintas Palabras.



3) LA FASE POSTLIMINAR O DE INCORPORACIÓN.

La fase postliminar o de incorporación es aquella en la que, tras haber vivido (y sufrido) el ritual, el recipiendario es recibido formalmente en su nueva condición y es acogido por sus nuevos pares. Los protocolos que se siguen en esta fase son fácilmente reconocibles por cualquier masón:

- Los hermanos deben acoger al nuevo hermano. En el Rito de York lo hacen rodeándole mientras hacen la Guardia Debida de Primer Grado. En el R.E.A.A. lo acogen apuntándole con las espadas en el momento en que ve la luz (con lo cual este momento combina la acogida con el temor). En el Ritual de Emulación la acogida no está ritualizada dentro de la ceremonia de Iniciación.

- Se lleva al nuevo hermano al asiento de la esquina noreste (en Emulación, a un asiento junto al Primer Diácono, lo que en la práctica es lo mismo). Como vimos en Regla Benedictina y Ritual Masónico, esta costumbre es herencia del hábito monástico de llevar al nuevo profeso al asiento que ocupará en los sucesivo en el oratorio.

- El Ágape Fraternal, en los que el nuevo hermano tendrá que pronunciar unas palabras. Sin duda el Ágape Fraternal es el momento donde la acogida es más efectiva, por el espíritu de igualdad y convivialidad que implica sentarse en una misma mesa.


Es llamativo cómo el R.E.A.A. plantea el momento de la acogida. En su origen remoto (el Ritual Cisterciense) el nuevo hermano debe arrodillarse y ser abrazado por todos y cada uno de los miembros del monasterio. En el Rito de York se rodea al recipiendario haciendo la Guardia Debida. Pero en el R.E.A.A. se le recibe con las espadas, dándole un carácter mixto de acogida y temor.