¿Es el Génesis evolucionista?

 

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¿Es el Génesis evolucionista?

por Alberto Moreno Moreno


Antes de comenzar, pido ya excusas por escribir parte del artículo en primera persona. Pero el tema de este artículo me acompaña casi desde niño, y me resulta más natural narrar mis razonamientos acerca de este tema desde una perspectiva subjetiva.

Cuando este artículo se publique yo habré cumplido ya 53 años. Sin embargo, aún recuerdo cómo, cuando yo tenía 14 años y cursaba el primer curso de bachillerato en mi Albacete natal, la profesora de Ciencias Naturales nos explicó algo que me fascinó: las nociones básicas de la genética y las leyes de Mendel. Dio además la casualidad de que, ese mismo año, en la Feria del Libro de Albacete, me encontré a precio de saldo un libro de la colección Schaum, de la editorial McGraw-Hill (muy conocida por los universitarios del todo el mundo) cuyo título era sencillamente “Genética”. Lo compré inmediatamente. Para no extenderme diré que la genética estudiada a nivel serio y universitario tiene más de Estadística y Matemáticas que de Biología, y el nivel matemático que exigían los problemas de aquel libro excedía con mucho la capacidad de un adolescente de 14 años.

Leí también un libro que todo el mundo conoce pero que nadie parece haber leído: El Origen de las Especies (1859), de Charles Darwin. Este libro fundamental introduce de manera definitiva las ideas de evolución y selección natural. Sin embargo, El Origen de las Especies es al mismo tiempo un libro lleno de errores enormes que para cualquier estudiante de bachillerato resultarían asombrosos, y esto sucede por una razón muy sencilla: Darwin desconocía por completo la genética mendeliana, que surgirá poco después, en 1865, y no será aceptada de manera general hasta comienzos del siglo XX.

Otra cosa que recuerdo del colegio y el bachillerato es a los sacerdotes y monjas oponiéndose a la evolución y defendiendo el creacionismo en clase de religión. Yo soy católico, pero sigo sin entender por qué tanto ahínco en defender una creación no evolutiva. Lo importante es nuestra parte espiritual, y no veo que merezca tanta atención esta basura corporal en la que nos encontramos prisioneros. De alguna forma debería haber dispuesto Dios que funcionase nuestra parte física, y la evolución es un sistema tan bueno o tan malo como cualquier otro (aparte de ser tan evidente…).

La postura creacionista considera que el universo y la vida surgieron por actos concretos de creación divina. Hay algunas posturas intermedias, como el caso de los creacionistas evolutivos, quienes admiten la evolución tras una creación entendida como acto divino. En lo único en que todas las facciones parecen coincidir es en que la razón que sustenta la postura creacionista es el texto del Génesis. Los creacionistas fundan su idea en el Génesis, y sus adversarios culpan a este mismo libro de la idea creacionista. Todos están de acuerdo en esto.

Sin embargo, creo modestamente que la creación del mundo tal y como la describe Génesis 1 es evolucionista. El ideólogo de ese párrafo no era ningún ingenuo. Digo ideólogo, porque Génesis 1 ofrece en realidad un relato que, revestido de judaísmo, es en realidad babilónico. El relato de la Creación propiamente hebreo es el que relata Génesis 2, donde se narra la creación, por parte de un Dios antropomorfo, del hombre a partir del barro (esta sí es una idea hebrea) y los acontecimientos en el Jardín del Edén. Sin embargo, Génesis 1 es un relato esencialmente babilónico, y por ello comienza de una manera dualista, separando la luz de la oscuridad o el agua de la tierra. No obstante, el escriba hebreo intentó mitigar el dualismo zanjando cada versículo con una afirmación taxativa: «Y vio Dios que era bueno». De esta forma negaba el mal como principio coexistente con el bien, pues toda la Creación era buena.

Vamos a mencionar muy por encima la hipótesis documental o de Wellhausen, aunque no es este el lugar para profundizar en ella. Conforme a esta hipótesis los cinco libros del Pentateuco proceden de cuatro fuentes independientes pero paralelas, que se refundieron posteriormente por una serie de redactores para dar origen al Pentateuco como lo conocemos en la actualidad. Estas cuatro fuentes son: yahvista, elohinista, deuteronómica y sacerdotal. En internet puede el lector encontrar cumplida información acerca de estas cuatro fuentes. La fuente que nos interesa ahora es la sacerdotal, pues fue desarrollada hacia 450 a. C. por los kohanim (sacerdotes judíos) durante el exilio en Babilonia. Génesis 1 procede de la fuente sacerdotal, y por ello muestra ese sustrato dualista babilónico y ofrece una narración de la Creación tan distinta de Génesis 2, que es la propiamente judía.

Pero centrémonos en el texto de Génesis 1. Como he dicho, creo sinceramente que el babilonio que concibió el contenido del primer capítulo era un individuo brillante y lúcido, y que se había percatado de lo que hoy llamamos evolución. El problema radica, seguramente, en que exigimos al Génesis que nos describa la Creación con terminología del siglo XX, lo que es imposible. Pero si hacemos un pequeño esfuerzo por entender la forma de expresarse de hace 2500 años en Oriente Próximo, posiblemente el texto de Génesis 1 intente explicar algo muy parecido a la evolución según la retórica habitual en su época y lugar.

Examinemos la estructura de Génesis 1: desde el comienzo el texto establece un marco temporal; y en tanto que temporal, divisible. Ni el ideólogo babilonio ni el redactor hebreo podían saber que el mundo llevaba creado unos 13770 millones de años. Pero sí eran conscientes de que la creación estaba sujeta al devenir del tiempo. Simbólicamente, se estableció el marco temporal en una semana.

A continuación, se intenta explicar que no todas las cosas materiales surgieron al mismo tiempo. Y parte de un concepto tan elemental como indiscutible: lo sencillo antecede a lo complejo. Por ello afirma que «Las tinieblas cubrían la faz del abismo (...) y dijo Dios: “¡Que haya luz!» Y hubo luz”.», o «Dijo Dios: “¡Que las aguas debajo del cielo se junten en un solo lugar, para que aparezca la tierra seca”». El anónimo autor pensaba que la luz era más elaborada que la oscuridad, y sin duda veía que la tierra firme era posterior al mar (seguramente al percatarse de que los animales terrestres eran más complejos que los marinos).

A continuación afirma el texto: «Después dijo Dios: “¡Que produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla, y árboles frutales sobre la tierra que den fruto según su género, y cuya semilla esté en ellos!”». En este mismo versículo el autor enuncia tres pasos de complejidad biológica: hierba, hierba que dé semilla, y por último los frutales.

Veamos otro ejemplo:

Día 5º - «Dios creó entonces los grandes monstruos marinos, y todo ser vivo que repta y que las aguas produjeron según su género, y todo animal alado según su especie».

Día 6º - «Y Dios hizo animales terrestres según su género, y ganado según su género, y todo animal que repta sobre la tierra según su especie».

El autor es perfectamente consciente de que las especies marinas y las aves antecedieron a los mamíferos terrestres. Sin duda comete un error con los reptiles, si es que la traducción del hebreo al español reptar es correcta; pero, como decimos, estamos hablando de un texto de hace 2500 años.

Y por último, también en el día 6º: «¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza!», con lo que, si bien separa al hombre de los mamíferos superiores, también deja entrever que están en un nivel de complejidad parecido.

Jamás se le habría ocurrido decir al autor de Génesis 1 que el ganado fue creado en el día 3º y los peces en el día 4º, igual que no había hecho aparecer al hombre antes que a las aves. Si al babilonio y al escriba hebreo les hubiésemos mostrado sobre una mesa un tiburón y un delfín, y les hubiésemos permitido diseccionarlos, habrían dicho que el tiburón fue creado en un día, y el delfín en un día posterior. Nunca hubiesen hecho aparecer antes al delfín que al tiburón. Ni al hombre antes que a ambos.

Los creadores de Génesis 1 no tenían los conocimientos de Historia Natural que ya había en el siglo XIX, ni mucho menos conocían el método científico. Sin embargo, quizá no sea justo infravalorarles. Darwin profundiza muchísimo más en la descripción del problema, pero está muy lejos de conocer cuál es el mecanismo último de la evolución, pues sigue jugando con las reglas antiguas (como hemos dicho, desconocía la genética mendeliana) y por ello, pese a su gran inteligencia, comete tantísimos errores y deja tantas incógnitas por resolver. Tampoco debemos olvidar que el concepto de verdad no era el mismo para un naturalista inglés del siglo XIX que para un hebreo del exilio babilónico. El siglo XIX es un siglo científico por excelencia y se buscaba en el naturalismo las respuestas para entender el mundo en que vivimos, mientras que para un judío la verdad era algo difícilmente separaba de su cosmovisión religiosa y el su sentido de la trascendencia. Pero, aun con todo ello, creo que Génesis 1 ofrece una explicación de la Creación que intenta ser todo lo objetiva que podía ser en su época y lugar; de hecho con una vocación de objetividad científica impropia del Génesis, pues la verdad de procura transmitir Génesis 1 es de una naturaleza muy distinta a la del resto del libro, donde el relato está siempre a medio camino entre lo verdaderamente histórico y la dimensión espiritual que conlleva. Y opino también que los autores de Génesis 1 intuían ya lo que, 2400 años más tarde, denominaríamos evolución.







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